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Jalapa del Marqués, el viejo anhelo

Foto(s): Cortesía
Redacción

SANTA MARÍA JALAPA DEL MARQUÉS, OAX.- Los ojos de Faustina no mienten. En ellos hay tristeza, añoranza... Su mirada firme al horizonte revela que luego de 55 años, no se acostumbra. No hay resignación. Desprenderse de los recuerdos no ha sido fácil.


Apenas divisa el templo dominico construido en el siglo XVI, y el nudo se enreda en la garganta. A duras penas logra articular una palabra. Las evocaciones se arremolinan en la memoria y hacen imposible seguir la conversación.
Faustina fue obligada a dejar su pueblo a la edad de 21 años y no necesita decir más. Su melancolía se percibe hasta en el fresco aire que sorprende a la presa Presidente Juárez, construida en 1961 durante el mandato de Adolfo López Mateos, causa del destierro de los antiguas zapotecas de “Guiegoyushi”, como era conocido Jalapa.
Faustina dejó en el bohío los años en los que Jalapa del Marqués era considerado el granero del Istmo por la alta producción de frutas, verduras y granos. Ahí también se quedaron su infancia y su juventud. Ella, junto al resto de la población removida, tuvo que aprender a vivir en otro lugar, áspero, árido y sin sentido de pertenencia.
La ubicación del antiguo pueblo, bañado por los ríos Tequisistlán y Tehuantepec, fue crucial para que una obra de la ingeniería mexicana del siglo pasado obligara a un -todavía- doloroso éxodo.
Las familias se opusieron, pero no les quedó remedio. Tomaron sus pertenencias y salieron en carretas; el gobierno de aquellos años proporcionó dos camiones para trasladar a los habitantes al nuevo espacio, casi desértico, sin gota de agua, dice Faustina, la mujer a la que la artritis y la chikungunya le han quitado las fuerzas para seguir viviendo de la costura. “Soy modista”, comparte con orgullo.
“Nos trajeron nomás, no nos pidieron permiso, no había agua, sin comida, sin techos, sufrimos las inclemencias del tiempo”, reclama.
Mientras deshilvana los recuerdos, Faustina no aparta la vista del antiquísimo templo. Visto apenas por tercera ocasión desde aquel 1 de enero de 1961, cuando la presa fue inaugurada. Sonrisa tenue y voz cortada, la constante en la charla. “Hubieran dado a la gente de río abajo agua entubada o en canales, pero no hubieran echado a perder el pueblo”, insiste.
Luego de más de 50 años, Faustina acude a orillas de la presa para recordar, para no sentirse sola, para no olvidar. Ella dejó a sus muertos al otro lado, visitarlos se complica. Debe cruzar en lancha para encontrarse con ellos en el panteón nuevo, el que sustituyó al panteón prehispánico cuya fachada apenas alcanza a verse.
Para Faustina no hay vuelta de hoja, Jalapa no merecía el destierro.


GUILLERMINA, LA MUJER QUE NO OLVIDA


Guillermina, actual residente de Nanchital, Veracruz, cada año regresa a Jalapa del Marqués porque aquí está su ombligo.
Enjuga sus ojos cuando se le pregunta si recuerda dónde estaba su casa antes de la construcción de la presa que hoy irriga los campos de cultivo del Istmo y que apenas almacena el 36 por ciento de su capacidad, a causa de una prolongada y costosa sequía.
En la lancha donde viaja, junto a su hijo y nietas, para ver por tercera ocasión parte de la iglesia del Jalapa viejo se palpa la nostalgia.
"Ya se cayó el campanario... Ya está muy deteriorado", observa.
Callada, con los ojos bien abiertos pareciera admirar la antigua ciudad.
Con la vista recorrió una y otra vez las calles y las casas que atormentan su memoria.
Por momentos pareciera que Guillermina clava su mirada en una fotografía. Con sumo detalle le gana al guía del recorrido y comienza a narrar la ubicación de la iglesia, del convento… de su casa. Recuerda qué había un cinema, propiedad de Leona Estudillo y Ricardo Zárate, funcionaba, dice, con planta de gasolina.
Y a continuación el reclamo: “no nos hubieran sacado del pueblo”.
Recuerda las casitas de adobe, palma y carrizo características de la antigua ciudad fundada en un fértil llano.
Guillermina rememora una reunión convocada por la autoridad municipal de aquél entonces para comunicar la decisión del gobierno de la República. Originalmente, asegura, el proyecto venía para Nejapa de Madero, y a pesar de la resistencia del pueblo zapoteca de Jalapa del Marqués, sus paisanos zapotecas de Tehuantepec dijeron sí a la presa, debido a la ya entonces problemática de falta de agua.
Actualmente, los campos agrícolas de Santo Domingo Tehuantepec, Santa María Mixtequilla, Juchitán de Zaragoza, Ciudad Ixtepec, Asunción Ixtaltepec, Unión Hidalgo y El Espinal, entre otros, son regados con las aguas que se almacenan en el complejo con capacidad de casi 950 hectómetros cúbicos.
“Parecía un éxodo”, recuerda Guillermina. Y en realidad lo era. Más de dos mil personas emprendieron el viaje obligado. Cargaban entonces sus pertenencias, pero también la pesadumbre de haber sido despojados, comenzaron todo de nuevo con la eterna promesa de progreso. Pero los años pasaron y lo prometido llegó a cuenta gotas. El nuevo Jalapa no era como el de antaño. Ya no había potencial para la cosecha, se inventaron nuevas formas de subsistencia. Y después de casi seis décadas, la “gente grande” no termina de acostumbrarse.


PARA SABER


Jalapa del Marqués se ubica a unos 220 kilómetros de la capital del estado y tiene una superficie total de territorio de 562.64 kilómetros cuadrados. Actualmente viven de la pesca y el comercio.