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Pillaje, el "terremoto" cotidiano en Juchitán, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN DE ZARAGOZA.-La señora Martha Orozco Antonio nunca imaginó que el pequeño guanacaxtle que con tanto afán cuidó en su niñez en la ribera del río Los Perros, un día terminaría siendo su casa. En el último peldaño de la escalera de hierro oxidado que da acceso a la vivienda, -si es que puede recibir tal nombre-, la mujer comenta que la semilla creció en una subida de las aguas del afluente y desde entonces procuró su conservación.


En el angosto espacio que media entre el río y una transitada carretera, en la que se levanta imponente la Parota, la mujer señala que desde hace un año habita bajo el árbol con su hijo, porque el sismo del 7 de septiembre destruyó su casa.


De las fuertes ramas cuelgan mecates que sostienen lonas y plásticos, por un lado, y, por el otro, crecen sobre las láminas galvanizadas que su joven hijo joven Ranulfo ha ido colocando para resguardarse de la lluvia, el viento y el polvo. En ese estrecho pasaje, con piso de adoquín y tabicón, se amontonan catres, cajas, muebles, ropa, enseres domésticos, televisión, materiales industriales, sillas de madera y plástico, todo, en una terrible anarquía.


“Sí aquí vivo y no culpo a nadie de la desgracia porque no es culpa del presidente o de otra persona; no estoy en contra de nadie porque es una desgracia de la naturaleza y la tengo que tomar así y aquí estamos”.


“80 MIL PESOS NO ALCANZA PARA HACER UNA CASA”


Mientras observa el espacio que, cruzando la calle, se encuentra vacío, en lo que fue su hogar, señala que su casa fue censada como pérdida total por el sismo del 7 de septiembre pero cuando recibieron las tarjetas solo le dieron la de pérdida parcial, es decir un depósito de 15 mil pesos.


“Desde entonces decidimos venirnos a vivir bajo el árbol con una lonita amarilla, después la gente comenzó a regalarnos lonas, pero el aire las rompía rápido; siempre anduve luchando para que me ayudaran. Muchas veces llame a la la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) pero no me atendían, hasta hace poco que me comunicaron que ya había salido el pago por daño total, por lo que depositaron 80 mil pesos”.



Pasando la calle, el hogar destruido con los sismos de septiembre. FOTO: Mario Jiménez

-¿Y le va a alcanzar para su casa?


-No va a alcanzar, pero además como no tenía trabajo, ni dinero, le metimos mano a los 15 mil pesos que había recibido para comprar láminas y tubulares, a fin de cubrirnos un poco más. Así que nos quedan nada más 80 mil pesos y no creo que nos alcancen porque aquí todo subió muchísimo, en lugar que los comerciantes nos apoyaran por la desgracia, más aumentaron a las cosas.


Comenta que pensó en construir una casa de lámina galvanizada en su terreno, “pero si algún día construyo, voy a tener que tirar todo de nuevo, además tengo que sacar todo lo que tengo aquí y dónde lo meto; entonces creo que vamos a terminar de techar aquí, mi hijo y yo estamos pensando comprar láminas para protegernos del viento y, después, con calma empezar a construir”.


Dice que en la casa bajo el árbol también vivió su hija con sus dos niños, pero tuvo que buscar refugio en otro lugar porque los pequeños se enfermaban continuamente.


EL ROBO


En el quicio de la puerta de madera, en cuyo marco su hijo trata de atornillar una lámina, señala que no pueden sacar sus pertenencias al bordo que da a la carretera porque se las roban.


“Ya se robaron dos bicicletas y la verdad le digo a mi hijo: ya déjalo, si se lo llevan que se lo lleven; ya perdimos mucho y eso es lo de menos. Así está toda la situación aquí, donde hay mucha inseguridad”.


Dice que hace cuarenta años, cuando su padre adquirió el predio de la casa que se cayó, todo era monte, “pero ahora con la carretera al borde del río hay mucho tráfico vehicular y mucha inseguridad”.


“Para qué vamos a agarrar coraje cuando nos roban algo, mi hijo me dice: déjelo mamá. A lo mejor ellos lo necesitan más que nosotros, déjelo que se lo lleven, para que se va a meter a pelear, al rato le van a pegar o si vienen armados va a ser peor”.



Dentro, el desorden, pero que deben mantener ante el rampante pillaje en la zona. FOTO: Mario Jiménez

Afirma que la seguridad es crítica en la zona. “Antes pasaban los soldados, los policías, la municipal, pero poco a poco se fueron ausentando, ahora de repente pasan los polis cuando los maleantes cometen alguna fechoría”.


Sin mayores expectativas se cuestiona a sí misma. “¿A haber qué va a pasar? Porque ya estoy desesperada, porque luché mucho para que me dieran el apoyo de pérdida total y ahora no va servir de mucho. Pero bueno, ya aguantamos un año con puras lonas, ahorita ya le estamos poniendo láminas”.


LAS ALIMAÑAS


Del otro lado de la carretera madre e hijo han tenido que ir rellenando la ribera del río para ganar terreno, pero las alimañas y fauna nociva no conocen límite. “Hace poco matamos una víbora coralillo que se escondía bajo los trastos”.


“Mi hijo y yo estamos rellenando para tener otro poquito de espacio, pero se meten las alimañas. Mi hijo vió a la coralillo y la mató, pero también entran unas ratísimas que parecen conejos, además de alacranes y demás”.


Además que el lugar es peligroso porque se ubica en un crucero transitado, sobre el circuito pavimentado de la ciudad. “No hombre, hace poco ya merito me llevaba un carro. La otra vez una persona estaba tomada y se pegó mucho a la bardita, nosotros estábamos parados y subimos rápido, hasta el escalón de hierro de iba a llevar, pero gracias a Dios no nos pasó nada. Pero ni modo, qué se le puede decir a la gente”.