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Las últimas sopladoras de Juchitán

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN, Oaxaca.- Julieta y su hija Soledad mueven las manos de manera rápida, sin parar. Hablan, levantan la vista, pero no dejan de mover los dedos que sujetan más de 30 tiras de palma multicolores expuestas en el suelo y sujetadas con los dos pies.


Ellas son las sopladoras de Juchitán, dos de las ocho ultimas personas que se dedican a este oficio en todo el Istmo.


Julieta Luis Wendolay tiene 63 años y hace sopladores de palma desde que tenía 10 años, su hija --de 29 años-- comenzó a tejer los abanicos a la misma edad. Después de clases se sentaba con sus hermanos a trabajar en el oficio familiar. Julieta aprendió todo lo que se tiene que saber de sopladores de su mamá, ésta de la suya, es prácticamente un saber heredado.




Julieta y su hija Soledad, de las pocas sopladores que tiene Juchitán.

 


Ágiles manos


Julieta teje un soplador en un minuto, en tiempo recórd, a lo mucho un minuto y medio, pero todo el proceso dura hasta cuatro días.


Todo comienza con la adquisición de un tercio de palma real, la que se cultiva solamente en Unión Hidalgo. Este tercio equivale a 25 palmas; de cada palma se sacan alrededor de 100 tiras.


El precio del tercio cuesta 80 pesos, pero ya seco; si se adquiere la palma verde, el costo es de 70 pesos. El proceso de secado y preparado va de cuatro a seis días o más, dependiendo del clima, por lo que prefieren comprar el producto seco y listo para ser utilizado.


El segundo proceso es el teñido de la palma con colorantes naturales. En esta etapa se utilizan los colores verde, rojo, morado y amarillo, antes utilizaban sólo los tres colores básicos prehispánicos, pero con el tiempo incluyeron el morado. Estos colores elementales también son notorios en los trajes de cadenilla.


El teñido de la palma dura tan sólo cinco minutos. Ponen a hervir agua en una olla, vierten la tintura y sumergen inmediatamente las tiras de palma. Las sacan y las cuelgan en un mecate al sol. Cuando están listas, las agrupan por colores y comienza el armado todos los días durante tres horas.


 




El producto es tradicional de la región del Istmo de Tehuantepec.

 


La jornada laboral


Julieta y Soledad comienzan la jornada a las 10 de la mañana y terminan a la una de la tarde, elaboran de cinco a seis docenas de sopladores al día. Cuando hay pedidos extras en algunos meses del año, como mayo y diciembre, trabajan por las noches de 7 a 9, a veces participan otros miembros de la familia para avanzar en las entregas.


El trabajo requiere de una posición muy incomoda, colocarse durante tres horas en una "sillita" o butaque pequeño e inclinar todo el cuerpo hacia los pies, con la cabeza siempre agachada. Esta posición, a lo largo de los años, les ha causado problemas en la columna y artríticos, aunque Julieta y Soledad aseguran que son gajes del oficio.


Las ganancias no son muchas, estas dos mujeres zapotecas obtienen tan solo 50 pesos por cada docena, por 12 sopladores; a las revendedoras del mercado local, las principales clientes, les venden a cinco pesos cada soplador al mayoreo, al menudeo la pieza se coloca en 10 pesos. En el mes de mayo, durante las regadas de las tradicionales Velas, logran colocar hasta 200 sopladores.


 




Tres horas diarias invierten. En un minuto arman una pieza.

 


Hasta hace 15 años, existían en Juchitan más de 50 familias que se dedicaban a la elaboración de los sopladores, pero ahora sólo existen ocho personas, esto en vez de afectarlas, les benefician porque con la disminución de artesanas, ellas tienen más trabajo diario.


"Ya somos pocas, pero está bien, así tenemos más trabajo. Antes se hacían muchos sopladores, en cada sección de Juchitán había sopladoras, pero de repente desaparecieron, muchas porque sus hijos se convirtieron en profesionistas y ya no les permitieron seguir. Otro fue que la gente prefiere los abanicos chinos, hasta para las regadas", explicó --en zapoteco-- Julieta.


Actualmente el oficio está en riesgo por lo cansado del trabajo y los pocos rendimientos económicos, pero con la difusión que realizan las escuelas de las artesanías, muchos niños llegan a ver la elaboración y se les enseña, por lo que esperan que el oficio se reproduzca y no desaparezca en 20 años, pues quienes todavía hacen el arte popular, tienen edades que oscilan entre los 30 y 80 años.


10


Años tenía Julieta cuando aprendió el oficio.


3


Horas invierten al día.


6


Docenas, máximo, elaboran diariamente.