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VIDEO| Juchitán, nostalgia por el mercado que fue

Foto(s): Cortesía
Redacción

En Juchitán hay nostalgia por la vida que era antes del sismo del pasado 7 de septiembre. Están por cumplirse tres meses de la tragedia que transformó la vida de cientos de familias en el Istmo de Tehuantepec y para las cuales, el despertar a una economía basada en apoyos del gobierno no funciona, sólo queda levantarse, comenzar de cero, sin apoyo, pero con fuerza. 


En redes sociales circula un video grabado por Eugenio Villalobos Sánchez: un día de plaza en el que la vendimia se vuelve un espectáculo para la vista. Era 2016 y podía mirarse a las mujeres del sol, las tehuanas, las marchantas cargando sobre sus cabezas canastos llenos de tamales de iguana, ¡un tradicional manjar zapoteco! 



Las imágenes se van sucediendo y vienen a la memoria de los usuarios de redes sociales, el recuerdo de las manos ajadas por el trabajo rudo que preparan tlayudas, ofrecen totopo güero, cortan carne, venden pescado seco camarón, queso de hebra, garnachas, frutas curtidas y sirven mezcal; también había espacio para lo exótico la carne de armadillo y los huevos de tortuga.


Los colores intensos de las grosellas verdes o amarillas, con su ácido sabor, el agua de ciruela verde y el pan de plátano, eran manjares imperdibles para los visitantes en esos días de gloria, cuando la tragedia aún no asomaba su rostro de espanto, de miseria mezclada con desinterés gubernamental.  




Al fondo se alza el enorme local de dos pisos, el mercado 5  de Septiembre,  ese que estoico resistió el embate de la tierra que alcanzó una magnitud de 8.2 grados y que con su rugir se llevó 96 almas. El edificio famoso a nivel internacional por concentrar al turismo de la zona istmeña que busca productos de los pueblos y sus tradiciones. 


El puesto de aguas frescas y el vaivén de las enaguas hacen olvidar que ahora el mercado cambió su vista y que las mujeres, fuerza del Istmo, deben ofrecer sus productos en un espacio distinto, sin la magia de hace años, como las cocineras de las fondas que fueron reubicadas en el Parque Heliodoro Charis Castro.


En 2016, los coloridos huipiles y enaguas bordados con cadenillas y con las flores más bellas del Istmo, brillaban al por mayor, hoy esa luz no se ha apagado comienza a renacer con dificultad y la parálisis del día a día de los juchitecos se ha convertido en ansia de transformación, pero siempre con la nostalgia del antiguo Juchitán, ese que quedó enterrado entre los escombros pero no en memoria.



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