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Diidxazá, el refugio para Víctor Terán

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN, Oaxaca.- Desde muy niño fue el preferido de su abuelo, al notar que era muy despierto. Antes de morir hizo prometer a sus padres mandarlo a estudiar a la ciudad de México, “si no lo hacen así me lo llevaré” dejó el anciano como última advertencia.


Pasaron los años y la familia olvidó la promesa hasta que un día el niño enfermó gravemente, sólo entonces se apresuraron a mandarlo a la ciudad para evitar que se fuera a temprana edad a lado de su abuelo. Así fue como Víctor Hernández López, “Víctor Terán”, abandonó la Séptima Sección y fue llevado a los once años a la ciudad de México a terminar su primaria.


“Cómo sólo hablaba el zapoteco no tuve amigos, entonces no tuve más remedio que hablar conmigo mismo en zapoteco”, recuerda el poeta, que fue sacado de su barrio natal en donde señoreaba la lengua, en donde jugaba con los demás niños entre los callejones, las idas a la zanja a bañarse, recorrer los campos, y de pronto, de un día a otro, en la enorme ciudad rodeado de costumbres y lengua extrañas.


El zapoteco fue su refugio. En una libreta anotaba su sentir en diidxazá, ahí se guardaron sus recuerdos de niño, las vivencias con el viejo patriarca que le avizoró que sería un gran hombre, que no tendría el futuro de cualquier niño, sino el de un hombre importante que tendría estudios y conocería el mundo, y el mundo sabría de él.


Víctor Terán reconoce a dos grandes maestros: al poeta Macario Matus y el escritor Carlos Montemayor, el primero lo impulsaría a seguir escribiendo y como director de la Casa de la Cultura le editaría su primer libro de poemas: “Diidxa’ Xhieñee” (Palabras descalzas), el segundo le daría el impulso para que fuera conocido al recomendarlo en la editorial Diana que publicó su segundo poemario “Como un sol nuevo”.


En la última década el poeta juchiteco ha dejado un poco la poesía para dedicarse a recolectar relatos que se cuentan en los velorios y en las fiestas, en donde afortunadamente -dice- existe una división entre hombres y mujeres lo que da oportunidad a cada grupo a explayarse, que en el caso de los hombres a contar chistes y anécdotas pícaras y jocosas.


El escritor tuvo su primer ensayo en el libro “Ti gunaa qui runa” (una mujer necia) al reunir los primeros relatos jocosos, y para este viernes 26 de agosto a las 11 del día presentó en la Casa de la Cultura su nuevo libro de relatos “Ruaa didi-El bocón”, que fue comentado por por los poetas Manuel Matus y José Alfredo Escobar, y uno de los editores del libro.