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Foto(s): Cortesía
Itzel Guizar

En 2006, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el paisaje agavero, a partir de entonces, cada último domingo de julio celebramos el Día Internacional del Tequila.

Hay coyunturas que este destilado ha aprovechado para convertirse en una de las bebidas alcohólicas más consumidas en el mundo -desde la prohibición en Estados Unidos, a principios del siglo 20, hasta la pandemia- pero su alto valor en los mercados se basa en un producto que sabe cumplir.

Sabores propios de una materia prima versátil y compleja, un trasfondo cultural que nutre la experiencia de quien lo bebe y propiedades organolépticas en pro de la celebración y la fiesta. Eso último es una teoría no comprobada, pero les animo a investigar empíricamente sus efectos en el cuerpo humano. Pareciera que el espirituoso de agave empuja al baile, al canto y al deleite.

Justo es entonces, celebrar al omnipresente de nuestras celebraciones. Festejamos al tequila porque beberlo, en caballito o en coctel, es degustar un poco de la cultura e historia de México.

Para ello, he aquí los beneficios del tequila.
 

 
Con tradición e historia

Primero los primeros: tragos clásicos que han perdurado en el tiempo.

La batanga. Una versión mexa de la cuba libre. Creación de Javier Delgado Corona, cantinero de toda la vida y dueño del bar más antiguo de Tequila, Jalisco: La Capilla.

La tradición es mezclar tequila, una pizca de sal, jugo de limón y refresco de cola con un cuchillo que tenga mango de madera. Don Javier decía que eso le daba la sazón.

Como dato curioso, el pequeño local jalisciense figuró dentro de la lista de los 50 Mejores Bares del Mundo, tres años consecutivos, llegando a ocupar el décimo sexto lugar.

La paloma, con refresco de toronja, jugo de limón y escarchado salino es otro coctel que se adjudica a Don Javier. Se ha reinterpretado alrededor del mundo incontables veces, inclusive un reconocido bar ruso, llamado El Copitas, basa su menú en versiones modernas de este clásico mexicano.