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Lona Reyes y sus luchas por el Istmo

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN, Oaxaca.- Fiel a la Teología de la Liberación, Arturo Lona Reyes, como Obispo de la Diócesis de Tehuantepec siempre creyó que “la pobreza no es una fatalidad, no es un destino o una condición, no es una desgracia, sino una injusticia” como lo dijera el fundador de esta corriente de pensamiento en la Iglesia Católica.


A 48 años de haber llegado a estas tierras como nuevo Obispo, lo recuerdan como un hombre comprometido con la defensa y el apoyo de los pobres a la altura de Sergio Méndez Arceo, el Obispo de Cuernavaca; Oscar Arnulfo Romero el mártir de El Salvador, Camilo Torres el guerrillero o Samuel Ruiz el Obispo de San Cristóbal.


En esta ciudad se le recuerda por su compromiso y defensa de la lucha de los campesinos y obreros desde mediados de los setentas, aglutinados en la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI).


Leopoldo de Gyves de la Cruz, primer presidente municipal emanado de esta organización, recuerda que su primer encuentro con el Obispo fue en 1976. Lona Reyes llegó a la oficina de la COCEI con su vestimenta habitual: calzaba huaraches, pantalón de mezclilla y playera blanca y su cruz de madera; lo recibieron el encargado de la Comisión Obrera, el extinto Carlos Sánchez López y el dos veces edil de Juchitán.



De Gyves de la Cruz plantea que el entorno político fue de una terrible represión, en 1977, un año después del encuentro con la COCEI, había caído el gobernador Manuel Zárate Aquino y subió en su lugar otro general, Eliseo Jiménez Ruiz, que había instaurado el estado de sitio en Juchitán.


Había una lucha por la recuperación de las tierras comunales y los estudiantes exigían en sus manifestaciones la reducción de la tarifa del servicio de transporte, “fue un momento de bastante conflicto, hubo muchos detenidos”.


En los finales de los setentas hubo bastante relación entre la COCEI y el Obispo, los coceístas habían enviado una carta de solidaridad con los obispos relacionados con la Teología de la Liberación en Latinoamérica y monseñor Lona se había solidarizado a su petición de que el ejército no ocupara los templos en Juchitán.


Cuando inició el primer Ayuntamiento coceísta, en 1981, liderado por el entrevistado, fue duramente perseguido. “Tuvimos la solidaridad de don Arturo, pero también de toda la congregación de monjas, sacerdotes, diáconos, a la lucha social del Ayuntamiento popular”.



Para esa época ya estaban constituidos en la Diócesis los Comités Eclesiales de Base, “la forma de organización que adquirió la lucha de los pobres desde la perspectiva de la Teología de la Liberación que nos respaldaron abiertamente, por esa razón fueron perseguidos duramente”.


La persecución se dio desde las altas esferas de la Iglesia; “el nuncio apostólico Girolamo Prigione se encargó de hablar con el Papa para preparar su salida del Obispado y muchos de los sacerdotes y monjas fueron retirados de la región del Istmo”.


El trabajo del Obispo no se redujo a la planicie costera del Istmo, sino que se extendió a zonas lejanas de difícil acceso.