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Lona, el obispo de los pobres; 47 años de servicio incansable en el Istmo, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

En la fiesta de la Asunción, Arturo Lona Reyes, quizá el último obispo seguidor de la opción preferencial por los pobres, celebra 66 años de ordenación sacerdotal y 47 años de ordenación episcopal, en la catedral de la ciudad de Aguascalientes.


Nacido el 1 de noviembre de 1925 en la capital hidrocálida, es hijo de Fructuoso Lona y Dolores Reyes. Fue ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1952 y consagrado obispo de la Diócesis de Tehuantepec, el 15 de agosto de 1971, por el obispo emérito de la Diócesis de Huejutla, Manuel Jerónimo Yerena y Camarena, por proceder de esa jurisdicción eclesial.


Fue en la Diócesis de Huejutla donde Lona Reyes conoció e inició una relación pastoral de varios años con el entonces obispo titular, Bartolomé Carrasco Briseño –posteriormente quinto arzobispo de Antequera-Oaxaca–, quien lo nombró delegado episcopal Ad Universitatem Causarum (para todos los casos), a su partida el 5 de septiembre de 1967, al ocupar la rectoría del Seminario Mexicano en Roma.


Abrazó la opción preferencial por los pobres surgida del Concilio Vaticano Segundo y así se ha dedicado por completo a los pueblos indígenas mixteco, zapoteco, chontal, mixe, huave, zoque, mazateco y chinanteco, así como a los mestizos de la Diócesis de Tehuantepec.


Por ese servicio, se le ha llamado el Padre Obispo o el Obispo de los Pobres e incluso, se le considera como un maestro, profeta, pastor y hermano.


La pastoral indígena


Ha sido uno de los principales impulsores de la Pastoral Indígena y promotores de su reflexión teológica, al lado de Carrasco Briseño y del obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, para llegar a la actual Teología India.


Ante esto, fue nombrado en 1972 como presidente de la Comisión de Pastoral Indígena de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM).


Por esa labor pastoral y compromiso con los pueblos indígenas, tanto Lona Reyes, como Carrasco Briseño y Ruiz García –los más destacados de la Región Pacífico Sur de esos años–, fueron criticados y descalificados por el gobierno y por obispos tradicionalistas de otras diócesis, quienes los enlistaban en el comunismo y en la guerrilla.


Ha acompañado también a los movimientos populares registrados en el Istmo de Tehuantepec y respaldado a los indígenas zoques de los Chimalapas, quienes luchan por la defensa de su territorio de invasores, provenientes principalmente de Chiapas.


También, ha creado la Universidad Indígena de Jaltepec de Candayoc y decenas de escuelas con las órdenes de los jesuitas y maristas.



Los jóvenes, sus amigos en la Diócesis de Tehuantepec.

Disputas con la jerarquía católica


Además, creó la Unión de Campesinos e Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) y las Comunidades Campesinas en Camino (CCC), para la comercialización de café y ajonjolí orgánicos en el mercado internacional y nacional a precio justo.


De igual manera, fundó el Centro de Atención Integral Donaji, para la economía solidaria, el Centro Popular de Apoyo y Formación para la Salud, y el Centro de Derechos Humanos Tepeyac del Istmo de Tehuantepec.


Durante su obispado, Lona Reyes ha sufrido 11 atentados a su vida, saliendo ileso en todos ellos, principalmente en el sexenio del ex gobernador Diódoro Carrasco Altamirano.


Al cumplir 75 años de edad, el 1 de noviembre del 2000, presentó su renuncia al Papa Juan Pablo Segundo, después de 29 años de guiar a la Diócesis de Tehuantepec, dejando atrás las presiones del entonces Nuncio Apostólico, Justo Mullor García, para que dimitiera anticipadamente.


Aunque desde años antes, el anterior Nuncio Apostólico, Girolamo Prigione, quien mantenía una buena relación con el presidente Carlos Salinas de Gortari, también había hecho lo propio.


Incluso, Prigione hizo que la Santa Sede nombrara en 1996 al obispo de la Diócesis de Huajuapan de León, Felipe Padilla Cardona, catalogado como tradicionalista, como obispo coadjutor con todos los poderes y facultades, así como con derecho a sucesión.



Celebrando la eucaristía en su diócesis. FOTO: Mario Jiménez

Galardón por activismo social


Al dejar la titularidad, pasó a ser obispo emérito y se trasladó a vivir a


San Francisco la Paz, Santa María Chimalapa, donde ha gestionado la construcción de un puente, un camino y una clínica rural, entre otras obras sociales.


En el año 2008, fue galardonado con Premio Nacional de Derechos Humanos Don Sergio Méndez Arceo, en reconocimiento a toda una vida entregada a la defensa y promoción de los derechos humanos de los pobres e indígenas.


Hace dos años se solidarizó y ofició misas en San Dionisio del Mar y Juchitán de Zaragoza en respaldo a la lucha de los indígenas huaves y de los profesores de la Sección 22 del SNTE, en contra de las empresas eólicas y la reforma educativa.


Después del terremoto del 7 de septiembre del año pasado, Lona Reyes participó igualmente en la recolección y entrega de víveres a los damnificados en diferentes municipios del Istmo de Tehuantepec.


Apenas el jueves pasado, encabezó y presidió la celebración eucarística de la peregrinación anual de la Diócesis de Tehuantepec en la Insigne Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México.


La opción por los pobres, la opción de Jesús


Don Arturo Lona Reyes, el séptimo obispo de la Diócesis de Tehuantepec, dice que optó por seguir a Jesucristo como sacerdote y obispo, para predicar su Evangelio en favor de los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios.


“Es que no hay otra, la opción preferencial por los pobres, es la opción de Jesús, porque es el rey de los pobres”, afirma.


–Por todo lo que ha rodeado su labor pastoral, supongo que no ha sido fácil, ¿no?


–No, pero ha habido de todo, me ha gustado lo positivo de la predicación del Reino de Dios entre los pobres, campesinos e indígenas, invitándolos a la conversión, a aceptar a Cristo, a aceptar su obra. Aunque soy de Aguascalientes, me entregué al Istmo de Tehuantepec y ya soy oaxaqueño por adopción.


–Prácticamente, una pastoral profética entre los pobres, ¿no?


–Sí, nunca he descuidado la predicación, siempre he tenido presente a los pobres, son la prioridad en mi servicio. Por eso, he estado cerca de la gente, cerca, alegre, con una sonrisa y compartiendo la tortilla y los frijoles con ellos.



Obispo hermano, amigo de los campesinos

Al pie del cañón


–¿Nunca se ha arrepentido seguir el camino de Cristo?


–No, de ninguna manera, no me he arrepentido, estoy al pie del cañón. Tuve algunas tentaciones por las mujeres como hombres que somos, todos las hemos tenido, pero esa crisis la superé con la oración. Son cosas normales, porque no soy gay, ja, ja, ja.


Por eso, si me acusan de andar de mujeriego, no es cierto, porque siempre he tratado de ser fiel a Cristo


–¿No es difícil predicar en estos tiempos de pobreza, principalmente en los pueblos indígenas?


–A pesar de la pobreza, nunca he predicado con pesimismo, siempre con la esperanza de que mañana será mejor. Llegué a una tierra especial, ‘el trópico cálido y bello Istmo de Tehuantepec’, recorrí de un lado a otro, pueblo por pueblo, fui acercándome, conociendo. Si un obispo emérito del tercer mundo como yo ha podido hacer algunas cosas, que sería si los demás hermanos obispos, de la Conferencia Episcopal o del mundo, nos organizáramos para combatir la injusticia.


–A usted se le conoce como el Padre Obispo, porque ha sido un obispo hermano, no príncipe, ¿está de acuerdo?


–Sí, porque he rechazado que me digan monseñor, me gustan que me digan padre obispo o simplemente padre, no me gustan los títulos.


–¿Le gusta que le digan el Obispo de los Pobres?


–Ay, eso sí me llena de orgullo. Hace poco llevando cobijas a una comunidad de Quiegolani me salí del camino y, en lugar de llegar a la parroquia, me fui por un río, entonces vi venir a un campesino lleno de lodo, con su burrito cargado de leña, le hablé en zapoteco, se me quedó mirando con una sonrisa y me dice ‘Arturo mi obispo’, se me enchinó el cuerpo, me quedé sin habla. Y me dice el camino, entonces me quedé con lo que dice el Papa, los pobres me han enseñado el camino.


–Por eso, ha sido fundamental la pastoral indígena en su obispado, ¿no?


–Desde luego, el indígena tiene una sana y buena relación con Dios, me atrevo a decir como de algunos santos que tienen una presencia de Dios constante en su vida ¿Qué dista más en el Evangelio de Jesús, la vida del indígena con su cultura holística, sus relaciones equilibradas, con su propuesta fraterna o la propuesta occidental? Además, la evangelización da frutos de hermandad cristiana, porque no es sinónimo de colonización, sino hacer que el hombre viva bien y feliz.


–A su paso por la Comisión Pastoral Indígena, promovió la reflexión teológica para fortalecer su práctica, ¿no?


–Sí, claro, fue una prioridad diocesana, promover los fundamentos teológicos de la Pastoral Indígena, nuestra diócesis ha tenido presencia siempre en el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (Cenami), a través de los sacerdotes Clodomiro Siller Acuña y Eleazar López Hernández, este último zapoteco, para fortalecer el pensamiento teológico.


Espaldarazo del Papa


–¿Y no le importaba que por ese trabajo lo llamaran comunista o guerrillero?


–En una de mis visitas ad limina apostolorum al Papa Juan Pablo Segundo (la visita que los obispos diocesanos realizan a los templos de San Pedro y San Pablo), me dijo ‘tu trabajo pastoral, no es comunismo’ cuando evaluó mi trabajo pastoral y el trabajo de todos en la diócesis.


–Ha sufrido 11 atentados, ¿ya perdonó a sus atacantes?


–Sí, no les guardo rencor. Fueron caciques, ricos y políticos mal entendidos que han querido quitarme la vida, pero Dios me la ha conservado. Me acuerdo bien de esos atentados, en uno de ellos, venía en una camioneta y en eso me encuentro con dos encapuchados armados, me agaché a tiempo y empecé a zigzaguear, sin apagar el motor, porque si no ahí me hubieran acribillado.


–¿Ha podido hablar con algunos?


–Se rehúsan al diálogo, porque no tienen argumentos para eso.


–¿Y ya perdonó a Prigione?


–Sí, ya. En una ocasión me habló y me dice ‘he estado haciendo gestiones para que sea arzobispo de Yucatán’, mire, ya lo perdoné, pero a Yucatán no me voy, le dije, ja, ja, ja.


–Entonces, ¿nunca se irá a ir del Istmo de Tehuantepec?


–Estoy aquí desde 1971 al pie de cañón y con la ayuda de Dios y de la Madre Santísima de Guadalupe, seguiré en el Istmo de Tehuantepec, el Istmo de la esperanza, a pesar de los terremotos porque el pueblo nunca ha bajado los brazos.


¿Qué le falta por hacer?


–Tengo mucho por caminar, para seguir fundando escuelas, ya tenemos la Universidad de Jaltepec de Candayoc, cinco preparatorias en el Istmo de Tehuantepec, tres en la Costa y dos en la Mixteca. La educación es liberadora y formado de hombres y mujeres como nuevos agentes de cambio.


–¿Y qué le falta por ver en México?


–Que el próximo presidente Andrés Manuel López Obrador eche andar lo prometido, que en seis años deje una cimentación fuerte, profunda, para un cambio social que estamos esperando. Cuando pasó por Salina Cruz, le dice a un padre, que es de Tehuantepec, ‘¿conoce el obispo Lona’?, sí, soy de su diócesis, le respondió, entonces él dijo ‘dígale que lo admiro’. Eso me llena de esperanza para seguir trabajando, porque surge esa esperanza de un cambio, pero todos estamos llamados a participar.


–¿Y qué tiene que hacer la Iglesia Católica?


–También la Iglesia debe ponerse la pila, debe ser como dice el Papa Francisco, la Iglesia de Cristo para los pobres.


–Conoce la labor del obispo electo, Crispín Ojeda Márquez, eso ¿abre la posibilidad para recuperar la pastoral en la diócesis?


–Esa es la esperanza, ya platiqué con él, nos fue a saludar a la sacristía de la Basílica de Guadalupe. Hablamos de la importancia de las comunidades eclesiales de base, porque son la base de la iglesia de los pobres.


Aunque a pesar de que el obispo Felipe Padilla intentó acabar con el trabajo pastoral, no pudo porque tuve el respaldo de los sacerdotes y del pueblo.


–¿Cómo le gustaría que lo recordaran?


–Como un sacerdote fiel al Evangelio de Cristo y como un luchador social fiel a su vocación, que siguió adelante a pesar de todas las dificultades.


–¿Ya pensó en su epitafio?


–Sí, que escriban luchó y tres suspensivos. Y no, triunfó, porque no ando buscando fama barata, que los hechos hablen.