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La tragedia del sismo en Juchitán, Oaxaca no acaba y sólo ha habido desfile de autoridades

Foto(s): Cortesía
Redacción

AGENCIA SANTA MARÍA HUAMELULA, MUNICIPIO DE SAN PEDRO HUAMELULA.-“¿De qué sirve darles más palabras?, permitir que tomen fotos y videos, a veces uno quiere ser grosero, porque mi madre falleció en el sismo el 7 de septiembre y ni para la caja me dieron chinga; ni un centavo recibí para enterrarla o para la música”, reprocha con evidente enfado el señor José Martínez Santiago a los reporteros de este medio de comunicación.


En el predio donde se ubicó su casa y la tienda de abarrotes que garantizaba el bienestar de su familia, ahora convertidos en un montón de escombro, señala que acudió a la presidencia municipal para que le ayudarán con la compra del ataúd y no recibió nada.


“Nosotros somos campesinos, somos gente pobre, somos cuatro hermanos, pero a todos les vale queso, no ayudan. ¡Qué les importa quién se haya muerto!, ellos como tienen dinero, tienen buena casa, pues qué les interesa. Por eso el estar contando sus penas, a veces se pregunta uno para qué; ya hicimos lo que pudimos, ya la enterramos, ya se fue a descansar la jefecita, pero ni siquiera un peso nos ayudaron”.


Con la ropa sucia y los pies calados en huraches de cuero, insinúa: somos conformistas, con 500, con mil pesos, con dos mil pesos, son bastante para uno, porque somos gente pobre que no conoce de mucho dinero, con poco nos conformamos; con que nos apoyen con cinco, seis, diez, bultos de cemento ¡Utaaa! Para un pobre es bastante, la verdad; a nosotros nadie nos apoyío, tuvimos que pagar la música, el ataúd, el cantor, todo lo que se acostumbra; hablamos de 15 a 20 mil pesos que no teníamos”.



De vivir en una casa de dos pisos, ahora la familia habita bajo láminas galvanizadas y paredes de lona. FOTO: Mario Jiménez

LA TRAGEDIA


Mientras sus vecinos colocan los horcones que sostendrán las lonas para la celebración de la posada de la Virgen de El Rosario, de la cual es mayordomo, Martínez Santiago recuerda que el día del temblor tuvo también que rescatar a su hija de los escombros. “Los vecinos nos ayudaron, pero por poquito se moría mi hija”.


“Desde el 7 de septiembre nuestra familia no deja de llorar por la tristeza, perdimos todo, la tiendita y nuestra casa; ahora ya estamos viejos, no es lo mismo que cuando teníamos 20 o 30 años, ahí está el esfuerzo de nuestra juventud”, expresa con los ojos llorosos mientras señala trozos de cemento, tabicón y varillas que se elevan hacia el cielo como suplicando clemencia”.


Después, con no muy convencida resignación, solicita el apoyo del gobierno ante la desgracia. “Esperamos que tenga corazón, porque estamos abandonados; en televisión no hemos visto que se informe de que aquí ocurrió una tristeza, más que en otro pueblo, el día 7 de septiembre durante el sismo murieron tres personas, adultos mayores, entre ellos mi jefecita, y nadie vino ayudar a las familias, ni aparecen en el recuento de víctimas”.



En este predio se ubicaba la tienda de abarrotes y casa de la familia Martínez. FOTO: Mario Jiménez

-¿Qué edad tiene?


-64 años.


-¿Y ahora qué viene?


-Pues no tenemos nada, a mis años ya no puedo levantar otra casa; ya ni sé qué voy a hacer porque no puedo volver a empezar.


EL RESCATE DE LA HIJA


Con la piel tostada por el sol, expresa que su casa era de dos plantas, en la planta baja tenía una tienda de abarrotes donde vendía de todo un poco, el piso superior ocupaba la casa familiar.


“En el sismo, cuando mis hijos venían bajando del primer piso el techo se derrumbó, entonces pensé que habían muerto y no. De repente mi hija comenzó a llorar bajo el techo y decidí ir por ella, luego llegó otro de mis hijos y un amigo con una barreta para levantar la loza”.


-¿Cuántos años tiene su hija?


-32 años.


-¿Tuvo alguna lesión?


-Una leve lesión en la pierna que quedó atorada bajo la loza; sin mis vecinos, no hubiera podido rescatarla.


“Nosotros quedamos encerrados bajo los escombros, no pudimos salir, solo Dios nos libró, porque mi hija y mi hijo estaban a medio metro para que cayera la loza y se murieran, pero Dios le echó su bendición y los repegó como chivitos ahí; se fue la luz, quedó oscuro; las puertas se cerraron; llorábamos yo, mi esposa, mi hija Nayeli Martínez Avendaño y mi hijo Erwin”.


Afirma que él pudo haber salido de la casa, “pero no lo hice, lo único que pensé es que si Dios se llevaba a mi hija pues, ¡que me llevara a mí también!, yo no podía dejarla porque ella estaba llore y llore bajo los escombros, ella me decía: papá auxiliame, no quiero morir; y ¿qué hice?, pues meterme y a ver que decía Dios. Me metí y comencé a jalar pedazos de tabicón y cemento pero no tenía fuerzas, si no llegan los vecinos no rescato a mi hija”.



El apoyo de las mujeres de la comunidad antes de la posada de la Virgen de El Rosario. FOTO: Mario Jiménez

Dice que ahora he tenido que ir demoliendo con marro la casa para rescatar algo de varilla. “Me duelen los brazos, los pies, pero qué me queda, porque el apoyo que brinda el gobierno no es suficiente y para qué confiarse”.


El mayordomo y el sacerdote


Manifiesta que hace meses pidió la mayordomía de la posada de la Virgen del Rosario y, aunque después del sismo le dijo al padre que no podría llevar a cabo la celebración, el sacerdote le manifestó que lo hiciera, que cumpliera con su compromiso.


Mis vecinos me han ayudado bastante, son voluntarios, no les estoy pagando nada, gracias a Dios más de 30 personas han venido a levantar las lonas para la posada. “Yo estoy comprometido, hice una promesa al santo y pues tengo que cumplir; de hecho con este golpe...”.


-La vida sigue…


-Eso fue lo que dijo el sacerdote: hijo la culpa no la tiene la imagen y si tienes esa promesa pues hazla. Y pues sí, yo tenía con gusto esa promesa de hacerla y tengo que cumplir, la imagen no tiene la culpa, fue la naturaleza.


Explica que en la posada hay que dar una comidita, “aunque corriente, pero hay que atender a la gente. Gracias a Dios la gente nos comprende, lo que haya, porque ahora sí la naturaleza nos aplastó. Vamos a matar una vaquita”.


“Todo esto a pesar de que mucha gente está igual que nosotros, con su pena, con su desgracia, por eso queremos apoyo, que nos tome en cuenta el gobernador, que tenga corazón para que nos apoye con material y empecemos de nuevo, aunque no es lo mismo, pero de perdida algo que nos dé para vivir, porque eso es lo más importante: seguir adelante en la vida”.