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"Endrogarse", ruta para levantar viviendas en Juchitán, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN DE ZARAGOZA, OAXACA.-Aquí, en Juchitán, los damnificados esperan con anhelo sus monederos electrónicos para ponerse a levantar las viviendas que se derrumbaron con el terremoto del pasado 7 de septiembre, solo encuentran un pequeño detalle: “120 mil pesos no alcanzará ni para el arranque”.


A escasos días de que se cumpla un mes del sismo y que alrededor de 200 mil personas viven, comen y duermen en la calle, la desesperación se profundiza; los afectados consideraran que deberán recurrir al endeudamiento para hacerse de una casa “modesta” que les permita retomar la normalidad en sus vidas.


Desesperanza


“A dónde nos va alcanzar 120 mil pesos para hacer una construcción, aunque sea pequeñita no se va a poder, ni para el arranque va a servir eso”, señala Valentín López que se mantiene sentado a las afueras de su casa observado la demolición de las viviendas.


Cuestiona los costos de los materiales para construir, “una tonelada de varilla te cuesta 15 mil pesos o más, solo lo que depositan en una de las tarjetas, y el cemento, ladrillo y todo lo que se necesita, además la mano de obra, no…esta canijo”.


Avanza demolición

En Juchitán de Zaragoza, uno de los 41 municipios del Istmo de Tehuantepec que quedó destruido, literalmente, con el terremoto de 8.2 grados con epicentro en Chiapas, avanza la demolición de las viviendas. De casi 7 mil viviendas que correrán este destino, a la fecha alrededor de 500 se han demolido y retirado los escombros.


 


Trasladan responsabilidad


Molesto menciona que las expectativas que tenían sobre la reconstrucción se han ido apagando porque pensaron que el gobierno sería el encargado de levantar pequeñas viviendas como las del Infonavit, “cuando nos den a nosotros el dinero pues ya cambia la cosa, porque a partir de ahora seremos los responsables de ver quién, cómo vamos a construir”.


Esta semana, el presidente Enrique Peña Nieto inició con la entrega de apoyos económicos para la reconstrucción de viviendas en Oaxaca y Chiapas, 120 mil pesos darán a quienes perdieron totalmente su vivienda y 30 mil a quienes registraron daños parciales.



Construcciones que se deberán levantar con 120 mil pesos que ofrece el gobierno. FOTO: Giovana Martínez

A conformarse con lo que den


El profesor jubilado José Luis Toledo Jiménez, encoge los hombros y se rasca la cabeza, “120 mil pareciera mucho pero es poco, no me va alcanzar, mi casa era de dos pisos y me tengo que resignar con lo que me den, porque no hay de otra, el dinero no da ni para terminar un solo nivel”.


El profesor señala que su casa quedó con daños parciales por el terremoto del pasado 7 de septiembre, pero con el sismo del 23, de 6.1 grados, su vivienda terminó por derrumbarse; sin embargo, fue censada con daños parciales, es decir solo recibirá 30 mil pesos.


En la misma situación están otros de sus vecinos de la Quinta Sección de Juchitán, por ello esperan que se lleve a cabo un nuevo censo que de un panorama más real de los daños de las viviendas.


“Si me dan 30 mil no me va alcanzar para nada, porque el material y la mano de obra están caros ahorita, pero la ayuda es bienvenida de todos modos, de mi parte voy a buscar un crédito, si es que me lo dan porque ya estoy grande”.


La familia del Don Luis Toledo se compone de 7 personas, y sobreviven la pensión, pero teme que la reconstrucción de la casa los deje sin sustento económico, “esto no se va a componer todavía pensamos que tal vez en 4 o 5 años volveremos a ver un Juchitán de pie”


Desesperación



Una casa de campaña sustituye lo que fue un hogar. Los escombros, en lo que alguna vez fue el patio. FOTO: Giovana Martínez

En la desesperación de no saber cuándo tendrán una casa.


En la esquina de la calle vive por necesidad una familia, comen pastel, los niños se ven contentos porque es la primera vez, desde hace más de 20 días, que prueban un postre. Carmela López, la madre, está desesperada, “vivir en la calle es terrible”, dice.


Su casa no se derrumbó, pero quedó inhabitable, por lo que la esquina de la calle se convirtió en su refugio temporal de ella, su esposo y tres hijas menores, “vivimos entre el polvo, las moscas, humedad, dormimos sentados, ¡es muy feo!, quisiéramos tener un lugar pero no vemos para cuándo, que demolieran la casa para poder estar con una lona aunque sea”.


Demolida, la historia familiar


Dalia Vázquez cierra los ojos y puede imaginar su casita en pie. Ahí donde nació, pasó su infancia y también parió a sus dos hijas. Los recuerdos de toda su vida quedarán solo en la memoria, pero los pedazos, uno a uno, ya fueron retirados por maquinaria pesada.


A sus casi 50 años, madre soltera y sin empleo, se pregunta cómo empezar de "cero" cuando en segundos toda una vida quedó reducida en polvo y cascajos.


“Ahí nací, ahí tuve a mis hijas, ahí se fue todo los mejores años de mi vida, el esfuerzo de mis padres y abuelos”, dice sin poder contener el llanto


En la calle Colón, su vivienda de tejavana tenía por lo menos 100 años de antigüedad, la habitaron sus abuelos, sus padres y finalmente se la heredaron.



Intento de recuperar parte de la vida de los escombros. FOTO: Giovana Martínez

Cuando maquinaria pesada empezó a tirar los últimos pedazos que quedaron en pie de su casa, Dalia se paró enfrente para observar la demolición, le pareció ver a alguien parado en medio de su terreno, era el recuerdo de su padre. “Me dio un sentimiento y tuve que llorar para despedir mi casita”.


¡Ya ni modos!, dice resignada, “lo más importante es que estamos vivos”. El pasado 7, Dalia, su hija y dos nietos se salvaron de puro milagro, apenas y salían de su casa cuando detrás se cayó la construcción, un milagro porque sus vecinos no corrieron con la misma suerte.


Vejez, desempleo y marginación


Aunque los apoyos económicos representan un respiro para algunos damnificados, para otros representa la exclusión, como es el caso de Don José López, vecino de la 2ª Sección. En su casa se cayeron las bardas y, al no representar peligro alguno, no recibirá ni la mínima ayuda económica.


El hombre, de casi 70 años, se siente desolado porque su avanzada edad no le permite trabajar para reparar su vivienda, por lo que está en total incertidumbre, “muchos estamos así, nos dijeron que nosotros no vamos entrar, yo quisiera que se acordarán de nosotros, no tenemos dinero ni para comprar un ladrillo”.