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7S: la bandera que levantó al Istmo

Foto(s): Cortesía
Redacción

8.2, EL SISMO DEL SIGLO


¡¡Buenas tardes!!, ¿Está Ángel? El ruido de la maquinaria ahoga la pregunta. ¿Ángel Sánchez, está? El grupo de trabajadores toma el almuerzo bajo la sombra de un árbol. ¡Te buscan otra vez!


El hombre se acerca a la reja con su andar apacible, transmite serenidad. Lleva puesta una casaca obrera con la siglas de Pemex sólo para proteger su ropa durante el trabajo de la herrería en las labores de reconstrucción de la escuela primaria Daniel C Pineda, afectada severamente por el sismo del 7 de septiembre.


Aquella es la segunda vez en el día que lo visita la prensa y, desde que sembró la bandera de México sobre los escombros del Palacio Municipal de Juchitán derruido por el terremoto, suma más de 35 entrevistas otorgadas a medios nacionales, españoles, norteamericanos y argentinos.



"¿No está fastidiado de tanta prensa?" La pregunta intentar romper el hielo. Ángel no chista y responde con esa voz amable y sincera que lo caracteriza. "Las veces que sean necesarias, siempre que me pidan que hable, lo haré".


Fortaleza


Durante la tragedia que envolvió Oaxaca, Ángel se volvió un personaje emblema, un mensaje de fortaleza, patriotismo y esperanza.



Aquella noche salió de su casa en la Séptima sección de Juchitán. Verificaría que sus hijas estuvieran con bien. Atravesó la ciudad rumbo a la Octava sección con la oscuridad, polvadera y llanto desplomados en las calles.


Llegó a la esquina del palacio municipal. Vio correr un conjunto de policías desplegados en busca del elemento Juan Jiménez Regalado, con la sospecha que había quedado aprisionado bajo roca.


"Juchitán tenía que seguir de pie"


Juan era conocido de Ángel; no dudó en integrarse a la brigada de búsqueda. Subió la montaña de lo que había sido la mitad del Palacio municipal. ¡Juan!, ¡Juan!. No hubo respuesta. La búsqueda duró algunos minutos y, en el descenso, miró parte de la bandera. "No puedo permitir que esté en el suelo", pensó. La liberó. Encontró una vara y luego la izó en la punta de los escombros como un mensaje de aliento ante la tragedia. "Juchitán tenía que seguir de pie".


Aquella imagen captada por Cortamortaja, un medio local, dio la vuelta al mundo.



En ningún momento pensé que alguien estuviera grabando -explica-; al segundo día me enteré que eso estaba en la tele. Mi hermano, quien vive en San Diego, Estados Unidos, fue quien vio el video, me reconoció y habló a Univisión para que me contactaran. Ellos fueron los primeros en entrevistarme y de ahí llegaron muchos más. Perdí la cuenta de cuántos.


Ni el gobernador ni el presidente


Mi vida -agrega- no ha cambiado, sigo siendo el hombre humilde que trabaja para darse el pan de cada día. Muchos preguntan ¿No te ha hablado el presidente de la república o el gobernador. Yo les digo: nadie. ¿No has ganado nada?, me preguntan. Sí gané, soy un hombre millonario pero no en lo material, gané miles de amigos, esa es mi mayor riqueza.


Actualmente Ángel vive en una galera improvisada como casa. La suya, aunque no se desplomó con el temblor, sufrió afectaciones graves en techumbre. La vivienda no fue incluída en el censo. Las reparaciones son realizadas con recursos propios que genera el trabajo de Ángel como herrero y de su esposa como panadera.



Con el mismo ánimo y entereza con el que la noche del 7 de septiembre izó el lábaro patrio, mantiene la fortaleza y espíritu para levantarse de la tragedia.


Después del trabajo, sus nietas lo esperan en casa. “¡Tengo un abuelo famoso!” presume entre abrazos y besos, la más pequeña de la casa.


Melodía de dolor y fuerza


"Yo no soy compositor, sólo coloqué en palabras lo que vivimos en Juchitán". Héctor Linares lo dice sinceramente, pero en medio del dolor, dio melodía a la tragedia y después cantos de esperanza.



Héctor tiene 37 años y 20 como intérprete. Tres días después del sismo compuso Mi corazón se derrumbó. La balada golpeó con fuerza la memoria de cada juchiteco y removió sentimientos de tristeza. Unas semanas después, la misma tragedia inspiró un mensaje de aliento.


La noche del sismo, un extraño presentimiento detuvo a Héctor. Después de cerrar el bar, acompañó a sus trabajadores a casa y regresó luego a ver la televisión. En eso estaba cuando comenzó el movimiento de la tierra. Pasará luego, pensó, y se mantuvo a la espera de una calma que no llegó.



Héctor intentó salir a toda prisa pero no pudo, la reja de la entrada estaba cerrada con llave. Se aferró a los barrotes mirando de frente a la calle. Vio correr despavoridos a los perros y gatos. La luminaria en la calle se sacudía con furia y en un segundo la luz se apagó. Los vehículos estacionados brincoteaban y chocaban unos contra otros. El agua del tinaco de la casa vecina comenzó a verterse. ¡Hey!¡Hey!, gritó a sí mismo para meterse en razón. El cielo se mostró enojado. Los segundos parecían interminables.


Una canción que nace del dolor


Dos días después, el dolor, el miedo, la angustia fueron convertidos en canción. La melodía se extendió por Juchitán con acordes tristes que relataban el difícil trago. "Camino hoy, camino hoy, viendo a mi gente perderlo todo con gran dolor".



La tristeza era profunda pero la solidaridad de la gente dio un nuevo matiz. Entre la tragedia la gente se había vuelto solidaria, se organiza en comisiones de vigilancia, en cocinas comunitarias, en tequios para remover escombros o comenzar las reparaciones. Fue entonces que vino de nuevo la inspiración que fue bocanada de aliento para resurgir.


Héctor empuña su guitarra negra y entona. "Después de la tempestad viene la calma, hay un dicho conocido por ahí. Con mucho valor mi gente hoy se levanta, para que mañana vuelva a sonreir. ¡Vamos Juchitán! tu puedes Juchitán. Con unión y fuerza lograrás el resurgimiento de tu hogar, con los lazos en las manos de hermandad".