Pasar al contenido principal
x

Shalía, la teca que teje red de ayuda

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN, Oaxaca.- No lo puede ocultar. Lo destila a través de su mirada, de sus palabras, de la pasión con la que cuenta la historia. Lo acepta sin dudar: ella fue una persona antes del terremoto y es otra después del desastre, como miles en el Istmo. La conocen como Shalía -a veces le dicen ‘La Teca’-, es originaria de Álvaro Obregón, tierra zapoteca que defiende su derecho, a muerte.


Rosalía Ruiz es Licenciada en Informática, se graduó en el Instituto Tecnológico de Oaxaca y trabaja para el Poder Judicial como intérpete. Ella, con su lengua materna, de la cual se siente profundamente orgullosa, ayuda a los zapotecas que no hablan el español y que por alguna razón permanecen en prisión.


Empoderar a mujeres y muxes


Desde hace poco más de un año ha dedicado parte de su tiempo a empoderar mujeres, mujeres artesanas y muxes de su natal Juchitán, y con el paso de los meses ha abarcado otras poblaciones. Su interés: que la artesana/o reciba el pago justo por su trabajo, que no se le pichicatee ni su dinero ni su tiempo ni su arte.


Empezó como empieza la mayoría de los emprendedores en el Istmo de Tehuantepec, como un proyecto familiar. Fue sumando a quienes saben dibujar, a quienes saben bordar y tejer, a quienes saben sobre costuras.


Shalía apenas había contraído nupcias cuando sobrevino el terremoto del 7 de septiembre. La casa que heredó de sus padres, un matrimonio zapoteca con talento para el comercio, quedó destruida. Ubicada en cercanías del río Los Perros, su vivienda no resistió los 8.2 grados de aquél día y tampoco aguantó los 7.1 grados del 23 de septiembre.


Ella no perdió tiempo. Organizó y se integró a las brigadas de ayuda, recorrió las Secciones de Juchitán para llevar ayuda. Compartió comida, despensas y algunos otros insumos. Su destino estaba marcado: fue conociendo a bordadoras y tejedoras, a las herederas del arte que ha dado fama mundial al Istmo.


El objetivo estaba trazado: “visibilizar el trabajo de los artesano”, dijo ella.


Trato directo a clientes


Con frecuencia escuchaba que las mujeres zapotecas necesitaban generar recursos para sus familias en los días más díficiles tras el sismo. Pero no había cómo. Ella buscó los medios, compraba telas e hilos como podía y los proporcionó a las bordadoras, ellas bordaban poco a poco y luego, a través de redes sociales se ofrecieron los productos: de artesana a cliente.


Hoy, el proyecto sigue los pasos para convertirse en una cooperativa. Bidani Huiini’ -Huipilito- es el nombre con el es posible ubicarla en Facebook, donde se exhiben las piezas. Un año después, el proyecto cuenta con 10 tejedoras/bordadoras, tres costureras y tres dibujantes.


Así, Shalía ha tejido una red de ayuda. Independiente, enseña independencia a las mujeres zapotecas y las orienta para que aprovechen ellas el dinero que ganan con su esfuerzo, y es que ha identificado que en la mayoría de los casos, la mujer es abusada por el marido o la pareja -que en la mayoría de los casos padece alcoholismo- y su trabajo es utilizado para el vicio. Ella, mencionó, “les quiero cambiar el chip”.


Busca que las artesanas tengan medios para vivir dignamente y que a sus hijos nada les falte. Por eso las impulsa a crear e innovar. Luego, ofrece las prendas entre sus amigos. Ellas, aceptó, prefieren ofrecer sus productos fuera de la región “porque aquí no lo pagan o regatean”, mientras que en otras entidades, incluso fuera de México, el trabajo artesanal no solo es admirado, sino adquirido al precio justo.


Con 32 años de edad, apenas un año de matrimonio, el interés y la necesidad de reconstruir su casa, Shalía es firme y asegura que no se detendrá hasta consolidar el proyecto que -asume- no es de ella, sino de todos los que integran Bidani Huiini’.