JUCHITÁN, Oaxaca.- Aparentemente, el campo no tiene ninguna vinculación con el terremoto y sus efectos; pareciera que el campo sigue igual después del 7 de septiembre, salvo algunos pozos que se dañaron; los edificios caídos, la reconstrucción se apura en la ciudad, en la zona urbana, pero la demanda de trabajadores ha golpeado al campo, de por sí abandonado. Hoy enfrenta una diáspora de sus trabajadores hacia la ciudad por la buena paga en las labores de la albañilería.
La demanda de mano de obra y el aumento de los sueldos por trabajar en la reconstrucción de casas, que va desde el elaborador de blocks y de peones, que tienen un salario de hasta 300 pesos por día, ha llamado la atención de los peones y caporales de los ranchos.
De principio ha obligado a aumentar el salario de los ayudantes del campo de 120 hasta 170 pesos que cobraban antes del terremoto, hoy un peón o un caporal que arrea el ganado y ordeña las vacas en la madrugada cobra 200 pesos y hasta 300 pesos.
Aun con este aumento los peones del campo, en su mayoría, se lanzan al trabajo de la reconstrucción aún cuando nunca han trabajado en ello antes o tienen muy poca experiencia.
Los trabajadores del campo abandonan el machete y el garabato para “chapear” la hierba, el arreo del ganado, la ordeña, hacer queso, la preparación de la tierra para antes de sembrar, vigilar los animales y el cultivo, y se han ido al extenuante trabajo en la construcción de casas por los mejores salarios.
“Muchos se salieron echándole ahí a la macheteada y se fueron a entrarle a lo de peón, sabiendo y no sabiendo, pero ahí se metieron, y eso nos afectó”, dijo Obed Sánchez, presidente de la Asociación Ganadera Local Juchitán.
El trato hacia los trabajadores del campo también ha cambiado a riesgo de que abandonen el trabajo en los ranchos, y les tienen más consideración: “para que tú encuentres un peón o un caporal es muy complicado, hay que tenerles paciencia, hay que darles de todo para que se queden”.
