Pasar al contenido principal
x

Se reactiva selva chima para tráfico de migrantes

Foto(s): Cortesía
Redacción

JUCHITÁN, Oaxaca.- Más de 30 hombres, mujeres y niños con mochilas y maletas desgastados se concentran cerca  del paraje El Quebrachal, dentro de los Bienes Comunales de San Miguel Chimalapa, en la parte más alta del camino que conduce a la puerta de la selva de Los Chimalapas.


No son chiapanecos, ni oaxaqueños, menos  invasores, ni talamontes, son migrantes centroamericanos que llegaron hasta la orilla del camino que va de Rodulfo Figueroa (Belisario Domínguez) al Jícaro por un par de traficantes de personas, mexicanos armados con radiocomunicación que interrumpe con su frecuencia en clave el silencio del lugar.


En una  loma esperan sentados unos, parados otros, tranquilos varios, nerviosos muchos. Evitan alejarse del grupo.


Se notan listos para continuar, para bajar la montaña de la zona oriente de Los Chimalapas.


VIAJAN CON EL MIEDO A CUESTAS


La luz del medio día no los oculta, se asustan cuando ven llegar una camioneta de la Procuraduría Federal de Protección del Ambiente (Profepa) cargada de comuneros zoques oaxaqueños que realizan una inspección de tala en reserva ecológica.


Unos intentan correr, huir. El inspector de Profepa los tranquiliza con las manos: “No se asusten, no somos policías, somos inspectores. Ellos son comuneros. ¡Tranquilos! No les vamos hacer nada".


Las  palabras les regresan el alma al cuerpo. Se vuelven acomodar en el suelo, a sacar una y otra vez la cara y medio cuerpo del camino buscando a lo lejos su transporte.


Media hora esperan, cuando a toda velocidad una camionetita blanca, adaptada para transportar ganado, baja a toda velocidad sacudiendo el polvo del camino cuarteado y terracero.


Para de golpe. Baja un tipo pequeño, con rasgos mayas, no hay necesidad de gritarles o chiflar, sólo los llama con un movimiento rápido de mano.


Corren, se arremolinan los más ágiles alrededor de la camioneta y se trepan, no pierden tiempo.


Más de 20 logran hacinarse en la batea en forma de jaula. Se agarran como pueden, se apretujan, unos se persignan.


El chofer no apaga nunca el motor y dos manotazos en la carrocería del pequeño guía le indican que está listo para continuar, así lo hace y arranca mordiendo el polvo.


El resto lamenta no haber logrado el viaje, regresan a la loma, se resignan, el miedo se les nota en la cara, ven a los dos del "woki toki" comunicarse, los tranquilizan, viene otra camioneta por ellos más noche.


CHIMALAPAS ES PASO LIBRE


Y así , todos los días la selva de Los Chimalapas se convierte en una de las rutas que utilizan los traficantes de migrantes para evadir la garita migratoria de Tapanatepec, entrando por tierras de Cintalapa, Chiapas, por el paraje Rizo de Oro.


Atraviesan los limites que están en conflicto agrario y que no cuenta con vigilancia policiaca, es zona libre.


Bajan hasta El Jícaro, agencia de Zanatepec; esperan la noche en algún punto y continúan por la carretera Panamericana hasta La Venta, adentrándose al camino que conduce a San Miguel Chimalapa, pero a medio camino se desvían hacia la comunidad de Lázaro Cárdenas, agencia de Ixtaltepec, un camino viejo que los chimas han utilizado para conectarse con sus hermanos de Santa María, y que termina sacándolos hasta El Mezquite , a un costado de la carretera Transístmica.


Es precisamente en este punto, El Mezquite, donde hace 15 días, agentes del INM divisaron una camioneta cargada de migrantes y los persiguieron, como lo hacen desde hace dos años cuando arrancó el Programa Federal Frontera Sur.


Aseguran a los migrantes y al conductor, pero minutos después fueron atacados por los guías armados, dejando varios heridos.


La ruta de Los Chimalapas siempre ha existido por el difícil acceso, la falta de vigilancia y el conflicto agrario, pero con la nueva política migratoria de México se intensificó el flujo.