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La lluvia, bendición para Jalapa del Marqués, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

SANTA MARÍA, JALAPA DEL MARQUÉS.- Un pequeño bote flota en el remanso de la zona de embarcadero. Martín lanza la atarraya sobre aquella quietud que atrae al alevín. La jornada “es benévola”. En cuatro horas de trabajo el pescador regresa a la orilla con nueve kilos de producto. La vida económica de quienes dependen de la presa Benito Juárez camina a la normalidad.


El sol de mediodía se desploma sobre el conjunto de vida pincelado en el reflejo de la antigua comunidad zapoteca. El agua se extiende inmensa, infinita, entre las montañas que cubren al Jalapa Viejo.


Los vestigios de la sequía que azotó durante los últimos dos años quedaron ocultos. Lo que hasta hace tres meses era un paisaje desierto, ajado por la sequía, revive entre verdes aguas.


1961 fue construida la presa Benito Juárez

946.5 millones de metros cúbicos capacidad original de almacenamiento

720 millones de metros cúbicos capacidad actual

9 municipios dependen del agua de la presa

12 módulos de riego son beneficiados con el agua vertida

70 % de los pobladores vive directa o indirectamente de la presa

1 mil 500 pescadores integran el censo


 


“La lluvia es bendición, así lo sentimos. Sí perdimos un poco de la siembra de peces pero recuperamos el agua para la zona”, afirma Martín entre el aleteo débil de los recién pescados golpeando la embarcación.


Las dos grandes sequías


Bajo el sombrero que cubre sus 42 años de edad, el hombre guarda un rostro oscurecido por los 27 de trabajo en la presa. En ese lapso “lo que voy mirando son dos grandes sequías. Yo me acuerdo de la del 2008 y ésta. 


E insiste: "dicen que hubo una más severa hace veintitantos años, pero yo no la vi, andaba por otros rumbos. Los que estuvieron dicen que fue muy crítica aun cuando los pescadores eran menos”, subraya.


Desde 1961, año en que se reubicó a la población para construir la presa Benito Juárez a fin de aprovechar los escurrimientos de los ríos Tehuantepec y Tequisitlán, los habitantes de Jalapa empotraron su vida económica en la pesca y actividades turísticas, que emergen de la ciudad sepultada por el vaso de la presa.


De acuerdo con los ribereños, son al menos mil 500 personas quienes integran el censo de pescadores, de éstos dependen de manera directa igual número de familias y de manera indirecta el 70 por ciento de la población, ellos son quienes comercializan el producto en pescaderías, restaurantes o lo llevan hacia otras poblaciones cercanas a Jalapa.


“Para mí es mi fuente de ingreso, es el máximo sustento económico”, afirma el hombre.



El desfogue de la presa se llevó el 50 por ciento de las siembras de peces, pero el nivel alcanzado con las lluvias de Beatriz y Calvin auguran una temporada próspera para el 2018. FOTO: Mario Jiménez

Dos años de sequía


Fue en el otoño de 2015 cuando comenzó la sequía. Su severidad dejó al descubierto el antiguo templo dominico del siglo XVI que era el centro del viejo pueblo inundado en 1961.


En ese centro de culto los anteriores pobladores de Jalapa veneraban a la virgen del Rosario.


Los dos años de falta de lluvia hicieron que otras construcciones de Jalapa el Viejo emergieran como el añejo panteón del pueblo, en donde los moradores acostumbraban a enterrar a sus muertos con vasijas y otros utensilios.


El momento más crítico llegó en marzo de 2017. La presa había caído al 15 por ciento de su capacidad, apenas suficiente para sostener la vida de los pescadores.



Tras dos años de sequía, la presa Benito Juárez se muestra inmensa, imponente, infinita. FOTO: Mario Jiménez

La lluvia, prosperidad e infortunio


Sobre la superficie del agua se observa el aleteo tenue de dos peces conocidos como cuatro ojos. La especie nada casi tocando la orilla. En cambio, los alevín, tilapias, carpas, mojarras y percas se encuentran varios kilómetros presa adentro.


El rugido de un motor se va acercando. Eleuterio Sibaja regresa después de una larga jornada. Su sonrisa y el cajón rebozante de tilapias y mojarras, lo dice todo. Veinte kilos capturados.


En el tiempo de sequía, con la presa reducida al 15 por ciento, los pescadores se vieron obligados a ingeniársela para continuar con su labor. La crianza de especies realizada por el comité de pescadores les permitió sobrevivir durante los dos años de sequía.



La presa también invita a un momento de descanso. FOTO: Mario Jiménez

Las crías eran proporcionadas por el centro acuícola a cambio de la comida para los peces. La producción fue exitosa, pero de nueva cuenta vinieron las penurias. La llegada de la tormenta tropical Beatriz el 1 de junio elevó el nivel de agua en la presa, obligó al desfogue y, con éste, se fueron al menos el 50 por ciento de las siembras de peces.


Los pescadores confían en que la próxima temporada de siembra pueda hacerse en octubre, sujetos a la recuperación del centro acuícola el cual también sufrió daños por el paso de Beatriz.


Inundó el templo y se fue el turismo


Euleuterio llegó a embarcadero por la madrugada. El reloj marcaba las tres horas. Con la luna en el reflejo, echó los pies al agua para empujar el pequeño bote y se internó en la presa hasta perderse en la oscuridad.


En medio de aquella inmensidad, esperó a que la noche volviera a ser serena, sin ecos, sin ruido pues sólo así es posible lograr la pesca. Lanzó la red al agua y esperó a que clareara para regresar a tierra firme y después a los terrenos de cultivo a donde, año tras año, le apuesta a una cosecha exitosa.


Su jornada es así desde hace 13 años. La actividad la aprendió de su padre. “Dice mi papá que cuando era pequeñito, andaba detrás de la lancha de madera y amarradito para que no nos cayéramos”.


Los habitantes de Jalapa coinciden en señalar que la presa es su principal sustento, pues una baja pesca también repercute en el costo del pescado, alimento base para los lugareños.


Sobre los cientos de kilómetros que bordean la presa la actividad se encuentra detenida, el turismo dejó de fluir pues el templo que emergen con la sequía está completamente oculto.