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Se cumple un año del fallecimiento del obispo Arturo Lona Reyes

Obispo Arturo Lona Reyes
Foto(s): Cortesía
Redacción

Gerardo Valdivieso Parada / Noticias, Voz e Imagen del Istmo

 

JUCHITÁN, Oaxaca.- A un día de cumplir 95 años falleció víctima del COVID-19, el Obispo Emérito de la Diócesis de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes. Este 31 de octubre se cumple un año de su desaparición física, yéndose también la única autoridad moral capaz de unir en torno suyo, tanto a la clase política gobernante como a las organizaciones sociales en resistencia, como de los más pobres.

Así lo recordó la poeta juchiteca Irma Pineda Santiago, integrante en su juventud del proyecto de iglesia del Obispo de los Pobres. “Se extraña una figura de autoridad moral como lo fue él, no he visto otro personaje que haya logrado la autoridad moral para religar a la gente como es el sentido etimológico de religión, religar, reunir a la gente”.

El gran legado

Consideró que el gran legado del Obispo Lona fue el de logar reagrupar a la gente en la región y recuperar el sentido comunitario a partir de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB's). "Con éstas él recupera no solamente una forma de organización popular de la Iglesia Católica, sino mucha influencia de las CEB's viene de la influencia que él procuró hacer junto con su equipo de sacerdotes del espíritu comunitario”.

Ante la pobreza y la explotación de que eran objetos sobre todo de caciques y coyotes, logró que las comunidades fueran autogestivas, “por las cooperativas que él ayudó a formar, no sólo cooperativas importantes que han logrado trascender como la UCIRI (Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo de Tehuantepec), sino también los espacios de abasto popular, que eran centro de abasto, todo un sistema para ayudar a la economía y un proceso autogestivo”.

El obispo con los jóvenes

El trovador juchiteco Tlálok Guerrero recuerda el momento de una celebración eucarística cuando el Padre Obispo lo alentó a seguir su sueño de ser cantante, “fue muy importante para mí, porque apenas tenía 17 años y no sabía muy bien qué onda con mi vida, y que el Obispo me dijera que tenía buena voz y que siguiera por ese camino fue trascendental para mí”.

Llegado por accidente a la parroquia de San Vicente Ferrer se integró a los grupos juveniles de la iglesia y a los jóvenes catequistas; “fue un momento en que nos formamos todo una generación de jóvenes que hoy son profesionistas, escritores, músicos, fue una época de mucha libertad muy alejado de la visión cuadrada y mocha de la religión, sino más ligado con la Teología de la Liberación, con la idea de la justicia social”.