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Entre la desolación celebran fiestas patrias en Ixtaltepec, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

Elena Jiménez suspira y encoge sus hombros, ve a su alrededor donde, literalmente, no quedó ni un ladrillo de su vivienda. ¡Tengo fe y estoy de pie, por eso viva Ixtaltepec!


Elena recuerda la noche del pasado 7 de septiembre veía el televisor, cuando el sismo de 8.2 grados surcó su casa, en medio de tanta gritadera soltó una palabra en zapoteco ¡xho!, para alertar a los demás y salieron. Apenas cruzaban la puerta y detrás las paredes de toda su vida se derrumbaron.


A ocho días que la tragedia entró por debajo de la tierra del Istmo de Tehuantepec, la desolación es grande pero la fe mucho más. “Lo perdí todo, no me queda nada de lo material, pero no pierdo la esperanza, si Dios me hubiera querido arrebatar la vida, lo hubiera hecho”.


Elenita está próxima a cumplir 62 años de edad, y un terreno donde se han removido los escombros de lo que algún día fue su hogar, es su única pertenencia.


Entre un árbol que los abriga del calor, lluvia y el sereno de la noche ha colocado una bandera de México y para celebrar las fiestas patrias.


¡Viva México!, ¡viva Ixtaltepec!, ¡viva Hidalgo!, grita como si quisiera hacer eco en la historia porque es una sobreviviente de la más grande tragedia que azotó Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec.


En este espacio se encontraba su hogar construido en 1898 y dio posada a personajes de la historia mexicana. En esta vivienda ubicada a un costado de la casa de la Cultura de la comunidad, pasaron más de tres generaciones.


Con el dedo señala y dice: “ahí (esquina) estaba mi papelería, le seguía el taller de reparación de bicis de mi hijo, aquí estaba mi casa, y allá estaba mi máquina de coser.


La nostalgia la embarga y a punto de echarse a llorar dice: “de todo a la nada me quedé, pero gracias a adiós que estoy viva. No busco reclamar mi tragedia sino para contar lo que pasé y en mi memora no se pierda”.


La mujer istmeña, vestida con la tradicional enagua y huipil, peso a los más de 40 grados centígrados que se sentían esa tarde de viernes, es sol en todo su esplendor y chorros de gotas saladas emanando del cuerpo, da gracias porque sus dos hijos, sus nietos y nietas también sobrevieron.


Así, Elenita y su familia con dos catres para dormir, una mesita donde comer, una hamaca y una bandera de México, sus únicas pertenencias; recordaron este 15 de septiembre la gran noche negra del pasado siete y celebraron el gritaron de dolor y felicidad porque están vivos.