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Cumple Aníbal con su padre y su abuelo en Tehuantepec, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Ángel Mendoza

TEHUANTEPEC, Oaxaca.- La celebración de Día de Muertos es una de las tradiciones más arraigadas entre la población. De acuerdo a la creencia popular, los fallecidos retornan al mundo de los vivos para convivir con sus deudos a partir del intercambio de bienes que se les ofrendan.


El Día de Muertos para José Aníbal Mendoza Vásquez es una tradición que conserva desde sus abuelos y que sus padres le supieron inculcar. Siguiendo la costumbre de sus ancestros, llega a dejarle flores a sus difuntos, aunque no solo en Todos Santos, sino que trata de hacerlo todo el año, porque no quisiera que cuando él ya no esté, no reciba las mismas atenciones de sus hijos o por lo menos lo visiten.


Don Aníbal llegó desde temprano al panteón El Refugio, en Guichivere, y se dirigió al sepulcro donde se encuentran los restos de su padre, su tío y su abuelo para dejarle un ramo de flores, a quienes recuerda siempre con mucho cariño y admiración por sus enseñanzas de cuando era un niño.


Recuerda a su padre como uno de los pocos maquinistas del ferrocarril que salieron de Tehuantepec para establecerse en Matías Romero para trabajar.


Dijo que su padre viajó mucho a Tierra Blanca y Orizaba, Veracruz; Puebla, Aguascalientes, San Luis Potosí, Chihuahua, Guadalajara, y otros estados del país, donde se capacitó para llegar a ser maquinista de caminos.


Con cierta nostalgia, recuerda que cuando su padre sonaba el silbato de la máquina, sabía que era él, y corría a su encuentro, tenía una manera muy peculiar de manejar la sirena. "En la época que alcancé a vivir con mi padre se daba el trueque allá por 1970, traía tambos de leche, naranjas, mandarinas, todo tipo de frutas y vegetales".


Ahora, cada vez que escucho el silbido de las maquinas del ferrocarril, me traslado a aquellos años de bonanza y me acuerdo de mi padre, que en paz descanse, dice Aníbal Mendoza.


Del ferrocarril queda muy poco, más ahora que desviaron las vías para que no pase por el centro de Tehuantepec, sin embargo, Aníbal mantiene la esperanza de que se vuelva a reactivar el tren.


Junto al sepulcro de Alejandro Mendoza, padre de Aníbal, se encuentra su abuelo, quien después de ser campesino llegó a tener trapiches, en el lugar conocido como La Labor, donde se encuentra la antigua estación del ferrocarril. En este lugar se trabajó mucho la caña, la panela o piloncillo, asegura.


Como es la costumbre, este año, la familia colocará el altar de los difuntos, acudirá al panteón para rezarle al ser querido, en este caso el padre, y los demás familiares, mientras degustan de una comida especial.


La familia del padre de Aníbal fue numerosa, en total eran 15 hermanos, pero no todos se encuentran en Tehuantepec, muchos radican en otros estados del país.