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UCIRI, el legado del padre Frans Vanderhoff a la Mixe -Zapoteca

Foto(s): Cortesía
Gerardo Valdivieso Parada

CIUDAD IXTEPEC, Oaxaca.- “Dar de comer a los que tienen hambre” es la sencilla frase con la que el sacerdote Frans Vanderhoff Boersma resume su misión cristiana. Bajo esa premisa llegó a la zona de más miseria en la región del Istmo: la sierra mixe-zapoteca, donde organizó a los campesinos para crear la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo de Tehuantepec (UCIRI).

La huída

Llegó a México en 1973 huyendo del golpe militar del general Augusto Pinochet en Chile en donde trabajaba en una mina de cobre; al igual que miles de refugiados, llegó a la ciudad de México sin papeles y perseguido por los agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) que le pusieron dos veces la pistola en la sien.

Gracias a la intervención del Obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, y la ayuda del entonces secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles, puso en regla sus papeles para su estancia en la capital del país, en donde trabajó como obrero en la en la planta de Ford.

Cuando su seguridad no estaba garantizada en la ciudad de México, Méndez Arceo le informó que tenía que trasladarse a Tehuantepec, en donde ya había hablado con el Obispo de la Diócesis, Arturo Lona Reyes.

El 'click' con Lona

Llegó al Istmo en octubre de 1980, en donde bastaron cinco minutos para entenderse con el Obispo de los Pobres, quien lo mandó a Comitancillo para tenerlo cerca, pero se asentó en Barranca Colorada, en donde le dieron una casa en la que ha vivido a lo largo de 42 años y en donde por un tiempo sembró maíz y tuvo vacas para ordeñar y hacer queso.

Al acompañar al Obispo a resolver los problemas más álgidos de la Diócesis, llegó a la sierra mixe-zapoteca en donde el Obispo sabía que había “un proceso de miseria, miseria profunda”.

Al llegar a la parroquia de Santa María Guienagati que abarcaba una gran cantidad de pueblos de la sierra, en donde ya había un grupo misionero que ya había organizado Comunidades Eclesiales de Base, puso manos a la obra trabajando cinco meses en las cafetaleras de Santiago Lachiguiri, en donde platicando como los “compas” se dio cuenta de la situación en las comunidades cafetaleras.

En 1981, organizó una asamblea en el templo Guevea de Humbolt, con cien caficultores en donde se quejaron sobre el problema del coyotaje en donde los intermediarios, en contubernio con los caciques, acaparaban a precios de miseria, por lo que se concluyó que la solución al problema era independizarse y buscar vender con sus propios medios de manera directa el café.

Después de visitar comunidades y realizar infinidad de reuniones, siete “decidieron entrarle” para organizarse y formalizar de forma legal la UCIRI creando los estatutos; muy pronto se juntaron 36 pueblos que sumaron más de cuatro mil socios, en un ejercicio inédito en México: el de agrupar a tres culturas indígenas diferentes en una sola organización.

La tarea no fue fácil, tuvieron la oposición de los caciques y los coyotes que perdían su principal fuente de enriquecimiento, lo que le valió estar en la cárcel acusado de comunista, además del asesinato de 37 socios, que causó sus mayores bajas en una de sus festividades anuales en donde un grupo pistoleros ametralló la reunión.

La ruta del café

Con cinco maestrías en su haber, la primera de ellas en economía política, hizo un análisis para descubrir cuál era el costo  de producir un kilogramo de café, preguntando sobre los costos desde la siembra y tiempo de cuidado de la planta en un período de siete años.

“Descubrimos en aquel entonces, que el costo para producir un kilo de café era de 92 pesos, los coyotes pagaban 37 pesos, una gran diferencia. Al mismo tiempo yo supe que el precio del café en el mercado que se cotiza en la bolsa de Nueva York era de 132 pesos”.

Iniciando de nada, porque no tenía ni sacos dónde meter el café, lograron su primera venta de café para la ciudad de México a 83 pesos por kilo, un precio mucho mejor al que pagaban los coyotes, por lo que la novedad corrió como pólvora entre las comunidades de la sierra cuando se dieron cuenta de que su café valía.

A partir de 1984, contactaron con organizaciones en Europa que estaban interesadas en comprar café de UCIRI, por lo que empezaron a exportar inicialmente a Holanda. En 1985 la asamblea de UCIRI decidió cambiar la producción para cambiar el café convencional a orgánico, sin el uso de químicos.

Comercio Justo

En 1987, Frans Vanderhoff junto con otros socios de UCIRI viajó a Europa y en reuniones con organismos y clientes formaron el modelo comercial “Comercio Justo” que se ha convertido en un movimiento internacional que protege a los productores y la ecología.

Bajo este modelo, UCIRI fue un éxito llegando a exportar a Suecia, Alemania, Austria, Suiza, Italia, Francia y Canadá con una cifra récord de hasta 900 toneladas de café pergamino, o sea sin tostar.

Al mismo tiempo, en las comunidades de la sierra se echaron a andar una serie de proyectos para mejorar la vivienda, cambiando los techos por laminas, introduciendo cocinas lorena, baños con letrina seca, e inaugurando una línea  de transporte cuando la gente pagaba por ir arriba de los sacos de café de las camionetas de los coyotes o transportándose a pie.

Va de nuez

En el 2015 y 2016 una plaga de roya acabó con todas las plantas de café de la organización, por lo que se tuvo que  resembrar las plantas de café y actualmente se exportan apenas 300 toneladas del aromático.

En la actualidad, el mejor negocio de UCIRI es la venta del café ya tostado para el mercado nacional por el valor agregado “que se queda en casa”, con una producción de cuarenta toneladas al año.

 

EL APUNTE

En la década de 1980, la UCIRI logró exportar hasta 900 toneladas de café pergamino; en la actualidad exportan 300 toneladas. Su fuerte es la venta del café tostado para el mercado nacional con una producción anual de 40 toneladas.