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Energía solar ilumina comunidad pesquera de Cachimbo

Foto(s): Cortesía
Itzel Guizar

A Cachimbo no llegaron las carreteras. Solo se puede acceder en lancha, cruzando el Mar Muerto de Chiapas. Aquí tampoco llegó la luz y la penumbra se hizo costumbre. Esta comunidad pesquera del municipio de San Francisco Ixhuatán, en el sureste del estado de Oaxaca, ha usado el quinqué, una lámpara de petróleo que desprende un tóxico humo, para alumbrar todas sus noches. Sin red eléctrica, están acostumbrados a guardarse cuando cae el sol. Esto cambió hace un año.

La señora María Antelma Ramos Zabala (67 años) llegó a Cachimbo cuando tenía 8 años. Hoy recuerda lo distinto que era. “Aquí antes había mucha gente”, cuenta con nostalgia. “Eran más de 200 personas, pero no había agua. La traían de muy lejos. Con Bárbara ahí sí se fue definitivamente la gente”.

Menciona Bárbara con naturalidad. Se refiere al huracán de categoría 1 que en mayo de 2013 entró a México por esta región de la costa sur, justo en la frontera entre Oaxaca y Chiapas. Debido a las inundaciones, se salaron los pozos de agua dulce, dificultando mucho la vida en Cachimbo. La sal del Mar Muerto se convirtió en un ingrediente indispensable; nadie en la comunidad tiene refrigeradores para conservar los pescados y mariscos que recogen.

Por eso los pobladores se fueron a otros lados. “Ahora somos aproximadamente entre 43 y 44 familias”, dice Hilarión Navarrete Vélez, que llegó a Cachimbo cuando tenía 14 años. En las noches se ha topado con mapaches, armadillos, gatos monteses y venados. Hoy es agente municipal y está supervisando la instalación de dos paneles solares y una batería en la Casa de Salud, un centro que fue reconstruido por la compañía Iberdrola México en el marco del programa Luces de Esperanza, que lleva energía solar a localidades distantes con difícil acceso.

“Es fundamental estar en comunión con las comunidades cercanas a nuestros proyectos”, dice Miriam Peralta Morales, integrante del área de gestión de activos de Iberdrola México, que opera cuatro parques eólicos en Oaxaca. La implementación de Luces de Esperanza forma parte de la estrategia social de la compañía, dirigida a impulsar las comunidades donde tiene presencia, en línea con la contribución al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Este proyecto, que cuenta con un compromiso de inversión de 80 millones de pesos, nació en 2019 para llevar energía eléctrica a comunidades rurales de la Huasteca Potosina y Oaxaca. Desde entonces, ha beneficiado a más de 5.500 personas en 14 municipios.

 

Solo en Oaxaca “hemos beneficiado a más de 4.000 personas con la implementación de tres fases”, explica Peralta. “La primera fue en 2020, cuando beneficiamos a 380 personas y alrededor de 95 viviendas iluminadas; en la segunda etapa fueron 100 viviendas y 400 personas beneficiadas en dos municipios. En la tercera etapa fuimos mucho más ambiciosos porque impactamos ocho municipios. Además de viviendas, llegamos a cinco escuelas y al centro de salud de Cachimbo”, detalla.

El aliado técnico de este programa es Iluméxico, una empresa social que ofrece servicios de energía solar para viviendas rurales que no cuentan con acceso a la red eléctrica convencional. El equipo de Iluméxico se encarga de la instalación de los sistemas solares y posteriormente de su mantenimiento.

“En el caso de las viviendas se instala un panel solar de 440 vatios y una batería; ello permite a las familias encender al menos cuatro focos y conectar sus electrodomésticos”, explica José David Peñaloza, project manager comercial de Iluméxico.

El servicio de electricidad le cuesta a cada familia apenas 50 pesos al mes. Una gran diferencia respecto a los 100 pesos diarios que tenían que pagar para conseguir el petróleo de sus lámparas. “En este caso, Iberdrola México subsidia el 80% del servicio mensual, además del sistema solar, que también va por el lado de la empresa”, explica Peñaloza sobre este financiamiento que durará al menos cinco años.

Para el primer trimestre de 2024, Cachimbo tendrá a toda su comunidad iluminada, beneficiando al menos a 70 personas que podrán usar la energía solar a su favor.

Por ello, para María Antelma Ramos Zabala, ahora es imposible pensar en irse. Tiene luz y consiguió un tinaco para almacenar el agua. “Nosotros los que estamos acá no podemos dejar este lugarcito porque es muy bendecido”, dice antes de señalar en círculo cada una de las casas de sus seis hijos. “A toda la gente le digo: no hay como este lugarcito”.