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El país de los españoles

Foto(s): Cortesía
Redacción

Apenas si conozco cuatro ciudades españolas, aunque decir que las conozco, es, verdad de Dios, mentir escandalosamente. De todos modos es cierto que he visitado Madrid, Valladolid y Ciudad Rodrigo, vivo en Salamanca. Y a partir de este conocimiento exiguo es que extiendo dos o tres generalizaciones, sólo, exclusivamente, con el fin de registrar ahora mi apreciación, e identificar después, con el tiempo, la forma en que seguramente evolucionará mi pensamiento respecto de este país amigo:


1. España junto con Portugal y Grecia son los países más rurales de la comunidad europea; los más atrasados económica, política y culturalmente, aunque les arda el más íntimo de sus esfínteres. España es, sin embargo, uno de los que mejor reaccionan ahora ante el repunte económico de Europa. Esto, a pesar de los etarras, los atentados dinamiteros y el viejo separatismo de sus provincias mejor dotadas. Me consta que Madrid (y dicen lo mismo para Barcelona) más bien parece una ciudad que de la nada apenas se construye. A cualquier parte que uno dirija la vista hay construcciones en marcha. Como en ninguna ciudad europea, aquí hay inversión abundante en vivienda e infraestructura y ésta es, en toda Europa, la ciudad con mayor número de inmigrantes, aunque los detesten, en cierto modo.


2. Son los gachupines, ojo, como nación, los más creyentes, los más católicos con quienes me he encontrado en mis observaciones y lecturas. La iglesia católica estuvo detrás del rompimiento de la Segunda República Española y de la exaltación del régimen fascista de Francisco Franco (1892-1975) y, curioso… con ella no pasa nada. El español típico ama y aclama a su santa, católica, apostólica y romana religión. Miembros de la jerarquía católica, por ejemplo, fungieron como persecutores y jueces en los tribunales de represión sistemática contra las logias masónicas españolas, durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, y hoy, ahora mismo, es corriente la siguiente estampa: venía yo, en Salamanca, de Pozo Amarillo hacia la Calle de Toro, pasando revista a los bares y restaurantes del rumbo, cuando escuché algún rumor y una puerta abierta. Entré y era un templo repleto de gente. Un cura oficiaba misa con sus dos monaguillos, era un día cualquiera y mi reloj marcaba las 13:15.


3. Yo no sé de dónde les viene, si de su predilección monárquica y conservadora, o de sus antecedentes ante la dominación que ejerció el Estado español sobre medio mundo durante la época de los regímenes imperiales. Pero son los españoles, hasta donde logro observar ahora, presuntuosos e imprudentes. No saben dar gracias a quien les sirve ni se sienten obligados a condescender ante quien les ofrece amistad o deferencia. Están comprometidos hasta el cogote con la Comunidad Europea, por ejemplo, pero eso sí, (a) aunque la moneda ya no existe, siguen calculando sus precios en pesetas y (b) se niegan a subtitular las películas de lenguas extranjeras, y en vez de eso las doblan al español de las zetas y giros lingüísticos que sólo esta gente entiende.


4. Por la calle, por la televisión y el cine español casi no se ven niños pero eso sí, viejos por doquier: viejos que juegan a la petanca en las plazas y alamedas con pisos de tierra (especie de competición en donde los jugadores tiran esferas metálicas del tamaño de un coco); viejos con bastones y caperuzas por las calles o, tomando el sol en los jardines, y viejos puntuales en las misas de medio día. Son los abuelos y no los padres quienes se encargan de los críos todo el día y… ante la falta de hijos, todo mundo posee perros a guisa de mascotas. El problema que observo, al menos en las ciudades, es que, dado que viven hacinados en edificios multifamiliares o de apartamentos, indefectiblemente sacan a sus animales a orinar sobre los muros y puertas de sus vecinos y es imposible recostarse en el césped de los parques y arboledas. Los perros y sus dueños (pues estos llevan a aquellos) han convertido estos lugares en estercoleros, mierda y suciedad a mares.


Y ya, no digo más, ya no sigo. No sea que alguien desde Chiapas, le llegue con el chisme a los gallegos, catalanes, castellanos, andaluces, madrileños, valencianos y a todos los españoles y entonces se la lleven mal conmigo por andar de hocicón y entrometido.


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