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Ixtaltepec, la familia que fracturó el 7S

Foto(s): Cortesía
Redacción

ASUNCIÓN IXTALTEPEC, Oaxaca.-Tiene apenas dos años, pero cada que Lulú escucha a su abuela paterna llorar, busca o pide un poco de papel para limpiarle las mejillas.


"Eres mi ángel de Dios. Ya no voy a llorar", le promete Lourdes, profesora jubilada, pero no pasan unos segundos cuando el recuerdo de su hijo Eduardo, quien murió al caerse la casa durante el sismo del 7 de septiembre de 2017, le arranca nuevas lágrimas, multiplicadas por el dolor de pensar o hablar de él.


Terremoto del Istmo, apodo de adolescente


“Murió a los 33 años”, es la frase que corona una exposición sobre las virtudes de Eduardo, quien en 1999, cuando viajó a la Ciudad de Oaxaca para participar en competencias de nivel secundaria, le valió el apodo de El terremoto del Istmo, pues no hubo prueba atlética que no ganara. Entre fotos de viajes juntos, ella, Lourdes, cuenta cómo la vida de su hijo varón estaba marcada para terminar pronto con un accidente de autobús que casi se lo arrebata a los 13 años de edad, para convertirse casi diez años después en profesor de primaria.


Zunikey, esposa de Eduardo, la escucha amansado el dolor, obligada a mantenerse entera entre la crianza, las labores domésticas, el trabajo vespertino como profesora y los trámites por una pensión por orfandad que no sabe si conseguirá para su hijo Eduardo de siete años y su hija Lulú, de dos.


Amargo recuerdo


El recuerdo de esa madrugada que le arrebató a su pareja y padre de sus hijos está intacto. Lo ha repetido tantas veces como ha habido necesidad de explicar: ambos bajaron de la planta alta cargando a sus hijos, él a Esteban y ella, a Lulú.


Dormir en la planta baja le permitió a Lourdes salir a tiempo de una casa que construyó en la calle 5 de mayo, en el número 62. Las casas de a lado también se derrumbaron.


Entre la oscuridad la vio convertirse en un “sándwich” que prensó a su único hijo y su joven familia.


No había ni herramientas para empezar el rescate. Entre gritos ella pedía auxilio y Zunikey, con sus delgados dedos, intentaba hacer un hueco por el que entrara la luz para que los cuatro pudieran salir.


Zunikey lo consiguió, pero el golpe de cemento del que cubrió a su hijo, impidió que Eduardo siguiera vivo. Gracias a su valentía, su hija Lulú se salvó y Esteban fue trasladado vía aérea al Hospital de la Niñez Oaxaqueña doctor Guillermo Zárate Mijangos para recuperarse de las fracturas y heridas en su cuerpo infantil.



Esteban y su madre, Zunikey, en septiembre de 2017 en el Hospital de la Niñez Oaxaqueña-. FOTO: Mario Jiménez

Una casa sin reconstruir


Sólo quedaron en pie una cocineta y un baño, los últimos reductos una casa con la huella de los cimientos, lo demás fue triturado como escombro. No hay fecha para volverla a construir, menos para volverla a habitar.


Ninguna tiene dinero suficiente, sólo Lourdes, 30 mil pesos de una tarjeta que recibió de Bansefi. Ambas se mudaron con los niños a una casa en la prolongación de la misma calle, a un costado del panteón y donde el pavimento no alcanzó a llegar.


Dolor, temor y vida trastocada


Lo bajo del terreno las hace lidiar con el pantano en que se convierten la entrada y el patio de la casa en cada lluvia. La actividad sísmica de la región les mantiene los nervios alterados y da vigencia a su dolor.


El cambio en sus vidas es evidente. ”Estamos solas las dos. Mi hijo era el único, no tenía otro. Toda la gente tiene miedo y desde mayo ya se fueron como 12 personas. El domingo un sobrino se infartó”, relata Lourdes vestida de riguroso negro que lleva dentro y fuera de la casa, aunque el sol le haga hervir la piel.


El cabello, del que asoman más canas que antes, se lo amarra con un rebozo azul. Va al altar que enaltece una imagen de la Virgen Cristina, herencia de su abuela del mismo nombre, las fotografías de la infancia de su hijo Eduardo se intercalan con las de la etapa adulta.


“Dios le dio la fuerza para cargar las vigas y la pared, todavía me escuchó cuando le pedí que resistiera. Se lo llevaron a Ciudad Ixtepec en una ambulancia, sin equipo ni collarín, sin nada”, es ahí cuando la impotencia de sus palabras se entremezclan con la rabia que no tiene a quién reprochar.



¿Qué sigue para una madre cuando un sismo le arrebata a su único hijo? FOTO: Mario Jiménez

En la orfandad oficial


Es ella quien ha tratado que la vida de su nieto, Esteban, se salga de la vorágine de cambios. Paga la colegiatura de la misma escuela donde cursó el primer grado de primaria y donde le ayudaron a reintegrarse y a seguir con su rehabilitación.


El desnivel que las secuelas del sismo dejaron en el cuerpo de Esteban casi no se notan. Las instrucciones médicas se siguen al pie de la letra. Nada tres veces a la semana en una alberca en el municipio cercano de Ciudad Ixtepec y en casa no suelta la bicicleta.


Es el futuro de él y Lulú lo que preocupa a Zunikey. Tras la rehabilitación de Esteban, se empezó a perder en la burocracia de los trámites en el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) donde descartan que sus hijos reciban una pensión por orfandad porque Eduardo apenas tenía 11 años y cinco meses en su plaza de profesor.


“Del Gobierno no tenemos nada, estoy muy agradecida con la atención a Esteban en el Hospital de la Niñez”, dice con más preocupaciones que quejas.


Pocas veces habla de ella, cuando lo hace es para asumirse como una mujer trabajadora a la que le preocupa que sus hijos tengan una vivienda y concluyan su educación.



Sus nietos Esteban y Lulú, la fuerza de Lourdes, profesora jubilada, para sobreponerse a la ausencia de su hijo Eduardo. FOTO: Mario Jiménez

Así como su vida está fracturada, la cotidianeidad de quienes habitan este municipio también. Casas derruidas aún con escombros, lonas improvisando un hogar por más de un año, el palacio municipal demolido; escuelas de nivel básico funcionando en aulas provisionales y el luto para 12 familias de deudos a quienes el homenaje reciente no les sirvió de nada.