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Mercado Jesús Carranza, medio siglo como ícono de Tehuantepec

Foto(s): Cortesía
Ángel Mendoza

TEHUANTEPEC, Oaxaca.- Los mercados públicos son lugares donde la mezcla de aromas y sensaciones se conjugan, encuentros entre clientes y vendedores. Los ciudadanos han hecho de estos espacios entre los pueblos uno de los entes económicos más fuertes, a pesar de la apertura de nuevos negocios y tiendas de conveniencia que ponen en riesgo su supervivencia.

El mercado “Jesús Carranza” de Santo Domingo Tehuantepec, ícono de la cabecera municipal, es uno de los principales centros de abastecimiento de la población istmeña, mantiene entre sus orígenes parte de las raíces prehispánicas de los tianguis, esos mercados al aire libre del México antiguo, que aún se conservan.

El actual mercado fue inaugurado en 1973 por el entonces presidente de México Luis Echeverría Álvarez y su esposa María Esther Zuno Arce, y el pasado mes de enero cumplió 50 años de vida, según se lee en la placa que se ubica sobre calle 5 de Mayo y avenida Juana C. Romero, uno de los cuatro accesos principales que tiene el centro de abasto de Tehuantepec. 

En la cotidianidad del mercado Jesús Carranza uno puede encontrar desde alimentos, ropa, juguetes, hierbas medicinales, aparatos electrónicos y un sinfín de productos a buen precio y para todos los gustos.  

Entre bueyes, frutas tropicales y legumbres

En la parte norte del mercado se encuentra doña Carmen Salinas Gutiérrez, ella todavía tiene fuerzas para trabajar a sus casi 90 años, nació en noviembre de 1933, en aquel México postrevolucionario, es de las pocas vendedoras que sobreviven al antiguo mercado de teja y muros de adobe, de aquellos callejones empedrados por donde transitaban diariamente los carretones jalados por bueyes, cargados de frutas tropicales y legumbres de la región.

Dice que antes era un espectáculo ver pasar las carretas, las mujeres vendiendo sus productos frente al palacio municipal y calles circunvecinas. Tenía 12 años cuando comenzó a apoyar a su madre en las ventas, los puestos eran de tablas largas donde se exhibía el producto de cada vendedor.

Carmen dice que la señora Marcelina y ella, son las que más edad tienen en el mercado y aun así trabajan, pues sus compañeras y compañeros ya no están, muchos fallecieron y otros viven con sus familias, ahora sus hijos y nietos son quienes se encargan del negocio.

Desde hace más de 78 años Carmen vive del comercio, empezó con su mamá vendiendo pescado que adquiría del puerto de Salina Cruz, después se cambió por las flores, las cuales traía de la ciudad de Oaxaca, otras veces de Coatzacoalcos, Veracruz, pero desde que entraron los poblanos a Tehuantepec dejo de viajar. Ahora vende poco las flores, y se inclinó mejor por las veladoras, floreros, hojas para tamales y otros artículos religiosos, ya que es menos desgastante para su edad. El puesto es atendido entre ella y su nuera, a sus nietas no les gusta mucho el negocio, dice.

 
¡Qué tiempos aquéllos!

El antiguo mercado tenia pocos puestos, había una línea de carne de res, otras de puerco, pollo, camarón y pescado, aparte estaban las floreras, y las que vendían frutas y legumbres. Los vendedores eran campesinos y se dedicaban a vender su producto, “yo coseché maíz, y todavía tengo un jardín de flores rojas donde vivía mi papá, y un terreno donde siembran mis hijos”, expresa mientras sale de su ser un leve suspiro.  

Doña Carmen es movida en el negocio, en su juventud vendía como muchas de sus compañeras de todo. Como su mamá era panadera vendió pan en Todo Santo; en Año Nuevo, dulce de curado, ciruela, hamacas, morales, y todo lo que llega de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Asegura que la avenida ferrocarril no era mercado, por allí pasaba el tren de pasajeros, y todas las veces que iba a “Coatza” se trasladaba en tren. Ahora está lleno de puestos, todo es diferentes ya no es como antes.

La vida en el mercado cambia todo tiempo. Los pasillos se transforman en el vaivén de las personas. La pandemia dio otro giro, antes llegaba mucha gente al mercado a realizar sus compras, ahora son pocas las personas que acuden.

 
De las amenazas

Así como Carmen, Liliana Cortés, locataria de abarrotes detectó otra amenaza, la llegada de los supermercados y el comercio informal. Hace 48 años cuando empezó a vender, motivada por su madre, no había tantas tiendas de conveniencia, porque la Unión de Locatarios que se fundó con la inauguración del mercado Jesús Carranza se oponía a sus instalaciones cerca del mercado, sin embargo, a las autoridades locales los mueven otros intereses.

Las tiendas departamentales no deberían estar en el primer cuadro de la ciudad, ya que es pequeño, y no hay espacios para estacionamiento de vehículos, pues al realizar maniobras con sus unidades generan un congestionamiento vehicular.

Como mercado no pueden competir, pero están en la lucha por no morir, además el Istmo de Tehuantepec está lleno de tradiciones, y por eso la misma gente nos respalda y le da vida a lo que vendemos, expuso.

Varios de los locatarios para sobrevivir cambiaron de giro, ya no conservan la denominación que adquirieron cuando se inauguró el mercado.

Mencionó lo importante que es conservar las tradiciones, y estas pasen a nuevas generaciones, para que los jóvenes valoren su cultura, y conozcan su localidad, incluyendo sus mercados.

 
Construcción del Jesús Carranza

La construcción del mercado Jesús Carranza fue una promesa del político Luis Echevarría Álvarez para cuando llegara a la presidencia de México, pues amaba mucho a Tehuantepec y de esta manera quería corresponderle. Su esposa, doña Esther Zuno vivió la mayor parte de su infancia en el barrio de Santa María, escribió Melesio Ortega Martínez, en una de sus crónicas de la historia zapoteca.

Menciona Ortega Martínez que el mercado prometido se construiría en el barrio Laborío, donde se ubica actualmente el Seguro Social, pero los locatarios se opusieron y el 19 de junio de 1971 empiezan a demoler el antiguo mercado, la obra estaría a cargo del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos.

La construcción del mercado concluye en febrero de 1972 y la repartición de locales estuvo a cargo del síndico procurador Julio Wolf Rueda, y el tesorero municipal, Alejandro Rodas López. Para entonces la Unión de Locatarios estaba representada por el secretario general Melesio Ortega Martínez.

Melesio Ortega describe que en la distribución de los espacios se incluyó a los locatarios que se encontraban en el interior del palacio municipal, los que se ubicaban en el parque central. Con la llegada de la Semana Santa en abril de 1972, el presidente municipal, Felipe Orozco Martínez, pide que se ocupen las planchas y locales del nuevo mercado.

Añade que durante la repartición de espacios se divide la Unión de Locatarios pues los que tenían una mayor influencia no estaban de acuerdo con el lugar asignado y pedían su reubicación a un lugar estratégico para sus ventas, llegando a intervenir el gobernador Fernando Gómez Sandoval y el secretario de gobierno, Agustín Márquez Uribe.

 

Uno de los locatarios de aquella época comenta como anécdota que cuando repartieron los locales y planchas, le iba a tocar un local a “Arturito” el ferretero, ya finado. No le querían dar su lugar y esto llegó a oídos del Luis Echeverría, quien publica un decreto presidencial para asignarle el local que se ubica en el lado norte de la avenida Juana C. Romero.

El mercado estaba constituido por 338 planchas en la planta baja y 145 en la planta alta. En la administración del doctor Gustavo Toledo Morales se anexan locales en el lado oriente del mercado. Y en el periodo del profesor Pedro Guzmán Gallegos de 1981 -1983 los locatarios se ubicaron de manera provisional en la calle 22 de Marzo con el fin de rehabilitar el sistema del agua potable y drenaje, desde entonces quedó invadida la arteria. El problema de invasión se extiende hasta la avenida ferrocarril en el periodo de Martín Vásquez, detalla Ortega Martínez en su crónica del mercado.

En el gobierno del profesor Diego Santos Díaz se habló de un nuevo mercado y demoler el Jesús Carranza, el proyecto no trascendió ante la oposición de los locatarios, pues no estaba clara la propuesta del presidente municipal, precisa.

Cuando llegué al mercado, hace 47 años, no había tantos ambulantes, las entradas y salidas estaban despejadas. Todo se vino a descomponer con Diego Santos, porque permitió que se pusieran rejas, tumbaran las planchas y pusieran techos láminas. El mercado va perdiendo su originalidad, dice el secretario general de la Unión de Locatarios, Floriberto Hernández Sebastián.

 

Contó que el mercado ha tenido distintos procesos de cambio y adaptación, además de algunas exigencias que desean para que el mercado jamás muera y pueda ser eje de la economía que mueve a la región del Istmo. Tan es así que, es único mercado que no tiene tantos puestos en sus alrededores.

 

 "El Istmo de Tehuantepec está lleno de tradiciones, y por eso la misma gente nos respalda y le da vida a lo que vendemos".