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Obra del istmeño muxe, Lukas Avendaño, llega a festival en Ámsterdam

Foto(s): Cortesía
Itzel Guizar

El coreógrafo y antropólogo Lukas Avendaño (Oaxaca, 1977) retoma las cosmovisiones y tradiciones del imaginario contemporáneo de México en Lemniskata, obra que presentará hast mañana miércoles, como parte del Festival Holanda en el teatro internacional de Ámsterdam.

En ese certamen, desde 1947 se han presentado los mejores artistas mundiales en el campo del teatro, las artes visuales y la música al lado de talentos emergentes. María Callas, Igor Stravinsky, Pina Bausch, Heiner Müller e Ingmar Bergman han sido parte de ese encuentro.

A propósito de la obra, que se estrenó en julio de 2022 en Guadalajara, el creador afirmó que Lemniskata es “una bienvenida a la vida, un festejo, con el que he intentado contrarrestar la violencia que todavía existe en el país. Las imágenes que se crean pueden generar en el espectador cierto sentimiento, pero al final se trata de una fiesta a la vida”.

El artista muxe comentó que de manera muy sutil en la pieza se hace alusión a la muerte y a los desaparecidos. “Jalisco es uno de los estados con altos índices de personas desaparecidas, pero le dimos un tratamiento más universal. De ahí que los cuerpos de los artistas aparezcan desnudos, amontonados en ciertos momentos, creando imágenes que vivimos en el espacio público”.

Lemniskata es una instalación escénica que desdibuja el género, un cuerpo que se enuncia colectivo recuperando su lugar en el territorio, y con ello, el origen desde sus vestigios. Una Coatlicue contemporánea se manifiesta en los claroscuros de la naturaleza y en su naturaleza de mujer.

En el escenario aparecen hombres desnud0s que se mueven al sonido de chirimías y tambores. Los bailarines en algunas escenas portan máscaras de tastoanes hechas en Tonalá y buscan mostrar los mujerismos/muxerismos que habitan en sus cuerpos.

Avendaño hizo primero un trabajo de campo en los municipios de Tonalá, Teuchitlán, Amatitán, Tuxpan, Zapotlán, Mezcala, Acatic y Guadalajara, en el que empezaron a coincidir signos morfológicos y gestuales que devienen en desdoblamiento, semejante a como una serpiente se ve nacer a sí misma cuando cambia de piel.

La Jornada